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Actualizado: 14 de mayo de 2025


Y digo error, aunque también podría decir culpa. Yo no dudo de la honradez de las intenciones de usted; pero su debilidad y la de ella, habrían hecho que, llegado el momento, cayeran en el olvido. El ardor del deseo impulsaba a usted a contraer un compromiso del que forzosamente se habría arrepentido después.

Desde París, desde el Havre, hasta momentos antes de ir a bordo, la escribió cartas llenas de confianza y de ternura, a las cuales ella contestó con un telegrama, pues no había tiempo para más, en que discreta y veladamente ratificaba su promesa. Luego, cuando durante la navegación dejó de recibir aquellas frases que le recordaban el compromiso adquirido, volvió de nuevo a la resistencia.

Luego se veía con los tíos, entraba en la casa, trincaba con ellos, los enemigos jurados de su padre; ¿por intermedio de Jacinto? Era dudoso, y en uno y otro caso, pensaba ella que Esteven, más calculista que caritativo, no sería tan necio como para prestar su garantía a un joven que, le constaba, no tenía con qué responder a compromiso tan importante.

Pueden venir, y ya ve usted... qué compromiso. No me dejarán hacer mi gusto, me enfadaré, y no me moriré tan santamente... como quiero morirme. No dijo más. Plácido, acercándose a contemplarla, se asustó extraordinariamente.

La reina se encontraba grandemente comprometida por una endiablada intriga de don Rodrigo, y doña Clara Soldevilla había salido sola á la calle por el compromiso de la reina, y seguida por don Rodrigo Calderón, al primero á quien encontró, de quien se amparó, como se hubiera amparado de otro cualquiera, fué de don Juan.

En ese momento todo iba perfectamente: María Teresa parecía haber consentido en demorar su casamiento hasta una fecha lejana e indecisa. Huberto, satisfecho de aquella vaga determinación, que lo alejaba del cumplimiento de su compromiso, se prometió no precipitarse.

No temas añadió ella, extremando su susurro acariciador . Conmigo no hay compromiso.

También había soñado con esta felicidad en la noche anterior... Para él, la posesión era un compromiso sagrado, que le unía por siempre a una mujer, añadiendo la ternura de la gratitud al desinterés del amor. ¡El día que ella, de buena voluntad, se decidiese a hacerle feliz con algo más que sus besos...!

Contestó la anciana que, con gran sentimiento, no se hallaba en disposición de sacarlas del compromiso, por carecer de dinero, y lo único que podía ofrecerles era una peseta, para que se remediaran aquel día y el siguiente.

Morsamor convocó, pues, a su gente, expuso su determinación de permanecer en Benarés con algunos pocos aventureros que quisiesen acompañarle y reconociendo que todos habían cumplido ya con el compromiso y la obligación que contrajeron, los dejó en libertad de volver a Goa, conducidos por buenos guías y con el espléndido botín que habían conquistado.

Palabra del Dia

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