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De nada huía D. Facundo como de esto último; jamás le había oído nadie vanagloriarse de cosa alguna ni hablar siquiera de sus asuntos, con tal que de la conversación resultase él en buen lugar por cualquier concepto; su reserva era proverbial en casa de Rivera y en las demás que frecuentaba, que no eran muchas; esta cualidad, en vez de respeto, inspiraba risa a sus amigos, los cuales se complacían en mortificarle haciéndole preguntas referentes a su vida y negocios, y hasta le espiaban los pasos para decir después en plena tertulia lo que había hecho, dónde había entrado, con quién le habían visto hablar, etcétera.

Petrov se rió recelosamente y, apretando el pedazo de hielo que llevaba en el bolsillo, volvió de puntillas a su sitio, detrás de un árbol, donde se sentía en seguridad relativa en caso de un ataque súbito. En general, los enfermos charlaban mucho y se complacían en la charla; pero apenas habían cambiado las primeras palabras, no se escuchaban ya los unos a los otros, y hablaba cada uno para .

Unas cuantas jóvenes se complacían en burlarse de él haciéndole soltar un chorro de simplezas. Aquella salida hizo reír a las damas. A Tristán le causó malísimo efecto. Usted es un sabio, amigo Aldama, y si yo hubiera adivinado que estudiando bien el latín y las matemáticas llegaría a casarme con una mujer tan guapa como la suya no hubiera sido tan zángano, me hubiera aplicado más.

Referíanse con el mismo entusiasmo sus prodigios que sus gracejos, y todos se complacían en hablar llanamente de un ser que los ojos del alma veían ahora en la gloria del Paraíso. Grande injusticia ha sido llevarnos la gran reliquia de su cuerpo dijo Alonso de Valdivieso, al terminar la narración de una graciosa entrevista que tuvo con ella en Medina del Campo.

Figúrate , Blasillo, que querían a todo precio emociones nuevas, como ellos decían, y, para proporcionárselas habrían asistido, creo yo, a la agonía de un moribundo, y habrían analizado uno a uno todos sus movimientos convulsivos. Y, a falta de mi agonía, explotaban el relato de mis males, y se complacían en hacer vibrar cada cuerda dolorosa de mi corazón, para apreciar su sonido.

No había quien no se aturdiese bajo la oquedad de aquella puerta, donde los gañanes se complacían en hacer estallar sus alaridos, y los cencerros pastoriles resonaban como esquilones.

Bien sabían las maestras con qué ansias aguardaba la neófita a que se las abrieran; y por saberlo tanto, se complacían en aguijonear sus impaciencias extremando el color de sus pinturas. Todo cuanto se prometía, física y moralmente, en las niñas Leticia y Sagrario, quedó sobradamente cumplido en estas dos jovenzuelas.