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Actualizado: 21 de mayo de 2025


Mas teniendo noticia que querian Echarle de la tierra, se ha salido Huyendo á media noche, y acudian Algunos en su busca, escondido Estaba, y los mosquitos le comian, Que en toda aquella noche no ha dormido. A su casa le vuelven, se queda, En tanto que fortuna vuelve y rueda.

Eugenio de Salazar refiere años después que el capitán, maestre y piloto comían en una mesa; todos los demás lo hacían en cubierta sobre un pedazo de lona que más que de mantel servía para no manchar las tablas. Los marineros tenían platos grandes de madera en común y una gaveta de lo mismo para el vino.

El verde de los pinares y de los laureles y de algunos naranjos de las huertas, sobre el verde más claro de las praderas en declive, limpias y como recortadas con tijeras, alegraba la cumbre resaltando bajo el cielo lechoso y entre las paredes blancas, que se comían toda la luz del día, difusa y como cernida a través de las nubes delgadas.

Doña Inés, que así se llamaba la hija de don Paco, venerada esposa de don Alvaro Roldan, tenía también muchos costosos caprichos de varios géneros. Se vestía con lujo y elegancia no comunes en los lugares; sustentaba canarios, loros y cotorras; era golosísima y delicada de paladar, y los mejores platos de carne y los almírabes más apetitosos se comían en su mesa.

Decía alabanzas de la dieta y que se ahorraba un hombre de sueños pesados, sabiendo que en su casa no se podía soñar otra cosa sino que comían. Cenaron y cenamos todos y no cenó ninguno.

El marino estaba ebrio, con una borrachera sabiamente dosificada que nunca iba más allá del período de color de rosa. ¡Pero era tan feliz!... Comían fuera de la casa.

Siéntate conmigo, y cuéntame lo que has hecho hoy». A media tarde, comían las dos, sentaditas a la mesa de la cocina.

Al ver al torero en las inmediaciones de la plaza se aproximaron a él algunos individuos astrosos, parásitos del circo, vagabundos que dormían de limosna en las cuadras, sustentándose con la caridad de los aficionados y las sobras de los que comían en las tabernas inmediatas.

Con los preparativos de salida se había retrasado el almuerzo, y esta tardanza, así como la variedad de flores sobre las mesas y los víveres adquiridos en tierra, dieron nuevo encanto a la general nutrición. Todos comían con apetito, celebrando la frescura del comedor luego de la pesadez caliginosa de la ciudad.

Entre tanto, Dolores, llevando a su niño dormido en un brazo, había puesto con la mano que le quedaba libre, la mesa y colocado en medio las batatas, y distribuido a cada cual su parte. En su propio plato comían los niños; y Stein observó que Dolores ni aún probaba el manjar que con tanto esmero había confeccionado. Usted no come, Dolores le dijo.

Palabra del Dia

ciencuenta

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