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Actualizado: 28 de junio de 2025
Si tienes suerte continuó el camarada , tal vez en veinte días ó en un mes llegues al puerto de Cobija ó á las salitreras de Antofagasta. Hay arrieros que han hecho el camino en ese tiempo. Y con la ternura que inspira el amigo en pleno infortunio, le dió su cuchillo y toda la pequeña moneda que pudo encontrar en los diferentes escondrijos de su traje.
»Este cuerpo gentil rebosa vida, y cada árbol allá cobija un muerto: a todo goce esta mujer convida, a toda soledad aquel desierto. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Y el desterrado queda solo junto al fuego, pensando en su inmensa soledad. Ni hogar, ni familia, ni la espada milagrosa que le prometió su padre el Lobo. Y cuando apunte el día, de la cabaña que le cobija, saldrá el enemigo que ha de darle muerte.
El mar golpea por todos lados sus murallas; el cielo la cobija con un manto siempre límpido y azul; y los mil penachos flotantes de sus cocoteros hacen admirable juego con las altas torres de sus venerables templos medio arruinados, tristes y ennegrecidos por el tiempo.
Consulté mi reloj: eran cerca de las dos... Oía a la distancia los sonidos de un piano y el rítmico rozar de los danzantes... ¡Mis bodas! Me alisé el pelo, me ajusté la corbata, y, francamente, mi más grande satisfacción habría sido irme a tenderme en mi vieja cama y subirme la cobija hasta las orejas, en lugar de... ¡Brrr! En fin, ¿qué hacer? Me dirigí, pues, a los salones.
Cobija, puerto de Bolivia, me saludó desde luego con el imponente aspecto de las montañas que lo coronan. Poco despues me desembarqué en Arica para dar principio á mis viages por tierra.
Y en un instante quedó la estancia en la obscuridad más completa: cada consejero o wazir dió un soplo tan fuerte a la antorcha más inmediata, que la mató en un punto, y tanto viento agitado hizo vibrar las puertas como si hubiese un terremoto. Entonces dijo Ben-Farding , hermano Mohamad, ya pueden destocarme de esta caperuza que me cobija, que por cierto ya me incomoda.
Pero entre Dios y el hombre, como eslabón que une el bien al mal teniéndolos distantes, la religión, manto de la deidad suprema en cuyos pliegues se cobija la humanidad, al modo que entre las anchas ramas de la encina se guarecen los gusanillos de la selva.
¿De qué sirve que asombre tu exuberante suelo, produciendo sabrosos frutos y frutos mil, si al fin cuanto cobija tu esplendoroso cielo el hispano declara que es suyo y sin recelo su derecho proclama con insolencia vil? Mas el silencio acaba y la senil paciencia, que la hora ya ha sonada de combatir por ti.
Palabra del Dia
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