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Actualizado: 16 de julio de 2025


A las ocho, después de servir á todos sus clientes, Pepeta se vió cerca del barrio de Pescadores. Como también encontraba en él despacho, la pobre huertana se metió valerosamente en los sucios callejones, que parecían muertos á aquella hora. Siempre, al entrar, sentía cierto desasosiego, una repugnancia instintiva de estómago delicado.

Sin más razones, recetaba también dietas absolutas a todos sus clientes como el mejor específico del mundo. Aguado, que tenía el estómago perdido sin necesidad de comer, era enemigo de la dieta tratándose de personas delicadas como doña Emma. Pues bien, de todo el mal de que aquella señora no se había quejado todavía, tenía la culpa la falta de alimento, la dieta del otro.

Durante ellos, no se ocupó de clientes ni de nada: no tenía más preocupación que Angelina, y ella, según se lo había manifestado, en momentos en que la ternura llevaba a tocarse sus cabezas, no tenía tampoco más preocupación que el doctor.

D. Basilio Aguado dividía a los parroquianos o clientes en dos razas; los que le llamaban D. Basilio y los que le llamaban Aguado. Estos últimos le comprendían; los otros eran, o tontos o malvados. Emma tenía la habilidad de no equivocarse nunca; le llamaba siempre por el apellido.

Tomaba parte en las alegrías y en las tristezas del establecimiento, arreglaba a menudo las desavenencias entre la administración y los clientes borrachos. Todas las noches se bebía tres botellas de champaña, ni una más ni una menos.

Romagné creyó descubrirlo, como Cristóbal Colón, porque no tenía de él noción alguna. Los clientes del notario no se recataban de él para tratar las mayores enormidades: hablaban en su presencia como pudieran hacerlo delante de una docena de ostras.

Los vendedores de productos y servicios en el mercado virtual mundial en el que se está convirtiendo el internet deben prepararse para tratar con un mundo virtual tan multilingüe como el mundo físico. Si quieren tener éxito, ¡tienen que asegurarse de que están hablando el idioma de sus clientes!"

¡Y si no está usted contento, añadió Mauricio, puede usted enviarme su hijo! No, señor, declaró enfáticamente Bobart. Soy muy suficiente para vengar yo mismo mis injurias. Usted sabrá lo que cuesta tener que habérselas con un hombre como yo.... ¡Los clientes de usted lo han sabido muy bien, maestro en vilezas! dijo Roussel.

Entraban nuevos clientes casi todos formando parejas así como iba cayendo el día. El camarero hizo pasar al comedor cerrado á unas mujeres pintarrajeadas y con grandes sombreros, seguidas de unos jóvenes. Por la puerta entreabierta salió un ruido de persecuciones, de choques y saltos, con brutales carcajadas y risas de sofocante cosquilleo.

¿Y quién te ha dicho que las gallinas de tu casa no sufren horriblemente cuando se hace guiso de pollos? ¿O que los gatos de nuestros tejados no se sumergen en un mar de tristeza cada vez que nuestros fonderos ofrecen a sus clientes el «civet de liebre»?... ¿Sabes lo que sucede?... No adonde vas. A esto: los animales sufren lo mismo que nosotros, pero no les importa. Eso dices .

Palabra del Dia

malignas

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