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Actualizado: 6 de mayo de 2025


Es verdad que las ramas de espino, plantadas por el campesino avariento, prohiben el paso; pero el humilde obstáculo, simulacro del temible dios Término, no tiene nada de terrorífico para los agricultores vecinos, y el camino, practicado tal vez por los hombres desde la edad de piedra, no cesa de reformarse de año en año.

Allí se concentra toda la substancia y puede morder á su sabor. Este valiente comedor de bacalao, aunque no tan fecundo, tiene sin embargo, un millón quinientas mil huevas. Un esturión de mil cuatrocientas libras, encierra cien libras de germen, ó cuatrocientas cincuenta de huevas. El peligro no cesa.

Lo melodioso del sonido, ¿cesa por ventura al excitarse en nuestra alma mil afectos diferentes, que en su naturaleza nada tienen que ver con él? ciertamente. ¿A qué pues temer el trastorno de nuestros conocimientos por la introduccion de un nuevo órden de sensaciones? ¿A qué dar tanta importancia á una suposicion, cuyos efectos podemos calcular muy bien, pues que examinados á fondo los actuales fenómenos sensitivos, la vemos ya realizada?

Al oírla, calló súbitamente Doña Paca, como el ratoncillo nocturno que cesa de roer al sentir los pasos o la voz del hombre. Oyose tan sólo, durante largo rato, alguno que otro suspiro hondísimo de la señora, que después empezó a quejarse y a gruñir por lo bajo. La otra no chistaba. Había hecho rápida crisis el genio de la infeliz señora, determinándose un brusco giro de la veleta.

En los más elevados lagos de las cordilleras y de las montañas asiáticas, donde está tan rarificado el aire, donde cesa la vida de todos los seres, allí sólo el pez se obstina en vivir rodeado de soledad. Del mismo modo en las grandes profundidades, bajo un peso espantoso, habitan los arenques, los abadejos.

Pero para sentirse poderosamente atraído por el vértigo de la cascada, es preciso mirar hacia arriba, por encima del sitio donde el agua cesa de correr y, describiendo su curva, se lanza libre al espacio.

Entonces se cesa de mover, y con un cuchillo rosiente se corta; luego se mueve el cazo para que suelte; vuelve a acercarse al fuego, y se vuelve sobre una tabla el perol del azucarillo.

El muerto fué olvidado hace tiempo; quizá fué siempre desconocido, pero de siglo en siglo, el caminante no cesa de prestarle su homenaje para dar paz á sus manes. #El alud# Al largo invierno y á sus terribles borrascas sucede por fin la dulce primavera con sus lluvias, sus brisas tibias y su calor vivificante. Todo se rejuvenece, y la montaña y la llanura presentan nuevo aspecto.

?Como con este generoso interes por tus semejantes, puedes verte cargado de crimenes? cesa de decirmelo; ?un hombre capaz de un sentimiento tan tierno puede haber inmolado a su furor a sus enemigos? No, no, ijamas! he sido cruel con los que me amaban, con aquellos a quienes yo amaba. Jamas he dado un golpe a un enemigo sino en mi legitima defensa; pero iay! mis caricias eran fatales.

Hay partes en este cuarto acto dignas por su elevación y pureza del estilo trágico, y superiores á cuanto se había escrito hasta entonces en España en este género. En este acto cesa el interés de la acción; y el quinto, en que el infante, al saber la muerte de su esposa, prorrumpe en largas lamentaciones, es sólo una adición extraña y fría.

Palabra del Dia

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