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Actualizado: 25 de mayo de 2025
Había entrado con una expresión interrogante en los ojos. Sentía la inquietud de toda mujer á la segunda entrevista de amor. Deseaba adivinar las impresiones de él, convencerse de su gratitud, tener la certeza de que la embriaguez de la primera hora no se había disipado durante su ausencia.
Pues este curioso es el filósofo que para distinguir lo verdadero de lo falso en nuestros conocimientos, empieza por negar toda verdad, toda certeza, toda razon. Se nos dirá, no se trata de negar sino de dudar; pero quien duda de toda verdad, la destruye; quien duda de toda certeza la niega; quien duda de toda razon, la anonada.
Pero mujer... Déjame, voy a tirar de la campanilla. Tonto... loco... estate quieto o te pego. Que se levanten todos en la casa para que sepan... Pero, ¿es farsa tuya? Sí, te lo conozco en los ojos. Si no te estás quieto, no te digo más... Bueno, pues me estaré quieto... Pero responde, ¿es presunción tuya o...? Es certeza. ¿Estás segura?
Sabemos de él con certeza a partir de sus cincuenta y seis años, cuando emprende el primer viaje: los ocho años anteriores pasados en la Corte de España solicitando apoyo están en la penumbra; los de su vida en Portugal aún son más inciertos, y todo el resto, hasta el nacimiento, queda envuelto en una obscuridad absoluta, que se ha prestado y se prestará a las hipótesis más diversas.
Pero esta última suposición se funda en un error manifiesto, no existiendo tampoco pruebas históricas de ninguna especie que autoricen tampoco á admitir la primera, sabiéndose sólo con certeza que le agradaba reunir á su alrededor á los poetas de más talento, y trazar en su compañía planes de comedias.
No se sabe con certeza la causa de su destitución, ni si ha de imputarse á desgracia suya involuntaria ó á su carácter inquieto y poco acomodaticio, ni tampoco la época en que regresó á España. Sólo ha llegado á nuestra noticia que, para sustentar á su segunda esposa, se vió obligado á escribir para el teatro.
Si no están iniciados en las cuestiones filosóficas, recibiréis á poca diferencia las mismas respuestas al proponerles dificultades sobre los expresados objetos, y aun sobre muchísimos otros en que al parecer podria caber mas duda. La experiencia prueba mejor que todos los discursos, que nadie adquiere la certeza por acto reflejo.
Al examinar los fundamentos de la certeza, surge la cuestion sobre el primer principio de los conocimientos humanos: ¿existe? ¿cuál es?
El pretendido monje muestra una actividad sobrehumana: predica en todas las calles, y al parecer en muchas á la vez; ayuda á la construcción del convento, pero es tan singular en todas sus acciones, que los pobres hermanos no saben cómo explicarlo, y sólo el Padre Guardián, por revelación divina, conoce con certeza su diabólico carácter.
La certeza ó la simple sospecha de haber hablado una dama con un extraño, de haber entrado éste en su casa, ó demostrarle ella alguna inclinación, producían el convencimiento íntimo de haber entre ellos relaciones culpables, que obligaban al padre, al hermano ó al esposo á pedir una satisfacción para lavar la mancha caída en su honor.
Palabra del Dia
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