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Actualizado: 20 de octubre de 2025
Esta celebridad sería, seguramente, como las otras. Una agencia de informes había puesto en movimiento sus detectives para hacer conocer á la millonaria todo el pasado de «El rey de las praderas».
Le inspiraba una franca antipatía, por el hecho de que su mujer hablaba de él con cierta admiración, lo mismo que todas sus amigas. Gozaba los honores de la celebridad. Alguien, para marear irónicamente la altura de su gloria, lo había apodado «el águila del tango». Robledo adivinó que era un sudamericano por la soltura graciosa de sus movimientos y su atildada exageración en el vestir.
Sólo una celebridad femenina era digna de él; su orgullo paternal no aceptaba menos... Y nunca se le podía ocurrir que Julio estaba con Argensola en un music-hall, en un cinematógrafo, gozando de las monótonas y simples diversiones del París ensombrecido por la guerra, con la simplicidad de gustos de un subteniente, y que en punto á éxitos amorosos su buena fortuna no iba más allá de la renovación de algunas amistades antiguas.
Hace gran contraste con casi todas las demas ciudades belgas, y no llama la atencion sino por su admirable Casa municipal y su Universidad, que es el cuartel general del ultramontanismo en Bélgica. Es sabido que ahora tres siglos la Universidad de Lováina tuvo en Europa gran celebridad, siendo tal vez considerada como superior á todas sus rivales de Francia, Alemania, Italia, etc.
Los admiradores de éste le oían con los ojos muy abiertos y las narices palpitantes de emoción. ¡Qué dicha! Ser verro, haber ganado la celebridad y el respeto matando a un enemigo en las sombras de la noche, y a cambio de esto, ocho años en Niza, lugar de delicias y honores. ¡No tendrían ellos tanta suerte!...
Maltrana buscaba con los ojos al otro conferencista, el profesor italiano, que se mantenía lejos de las señoras, en las inmediaciones del fumadero, entre los lectores soñolientos, con una columna de volúmenes y revistas al lado de su sillón. Los «pingüinos» le saludan porque tiene un nombre conocido, y ellas respetan instintivamente la celebridad.
A esto se llamaba mordacidad, con bien poco fundamento, a mi juicio. Lo que no tiene duda es que por entonces gozó de mucha celebridad en el «gran mundo» madrileño; o, hablando más adecuadamente, estuvo de moda en él.
Cambiaba de vestido en un departamento de primera, ante las miradas de los pasajeros, satisfechos de ir con una celebridad, y pasaba la noche encogido sobre los almohadones, mientras los compañeros de viaje apelotonábanse para dejarle el mayor espacio posible. Todos le respetaban, pensando que al día siguiente iba a proporcionarles el placer de una emoción trágica sin peligro para ellos.
Sólo así podía comprender que lo hubiesen enviado á aquel Museo de Mónaco, enorme y blanco como una catedral, cuyas salas había visitado una sola vez, con un respeto que le impedía volver. Cuando el profesor iba de tarde en tarde á Monte-Carlo, encontrándose en el Casino con don Marcos, éste lo presentaba á sus amigos como una celebridad nacional.
Los otros han engañado y extraviado a la humanidad, contándola mil mentiras y embelecos. Cógeme a tal o cual guerrero, al poeta A o al prosista B. ¿Qué han hecho por el pueblo? Nada. Su celebridad se acabará también, porque se suprimirá la Historia.
Palabra del Dia
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