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Permanecieron más de una hora en la tienda de los hijos del Ingeniero. Maltrana reconoció que sus primos eran unos judíos, como decía el padre, sin alegría, sin afectos, cual si tuviesen cegada el alma por el polvo amontonado en el establecimiento. Le hablaban con seriedad recelosa, temiendo que apelase al parentesco para no pagar.

Feli permanecía inmóvil, sonriendo con femenil complacencia, gozosa de que su novio la viese tan bella. Sentía la caricia del rayo mágico de sol; entornaba los ojos, cegada por la ola de colores que palpitaba en sus ropas y su carne. El halago de la coquetería disipaba su miedo al cementerio, con esa facilidad que tienen las mujeres para el olvido cuando se sienten acariciadas en su vanidad.

En su imprevisión estratégica olvidaban que del otro lado, al extremo del callejón del Sol, existía un portillo, un lado débil, sobre el cual debería cargar el empuje del ataque. No estaba la generala en jefe para tales cálculos: cegada por la rabia, Amparo no pensaba sino en atravesar otra vez la misma puerta por donde la habían expulsado ¡oh rubor! cuatro soldados y un cabo.

Pues no digo nada si, movida por la vanidad o por pasiones más tiernas y propias de tus verdes años, y cegada por ellas hasta desconocer la ruindad del sujeto que te enamora, te casas al fin con un hombre de tu clase, con algún palurdo de esta tierra. ¡Qué desgracia la tuya entonces! ¡Pronto llegaría el desengaño! Vaya..., me horrorizo de pensar en ello. Sería una profanación.

Cegada por la lluvia, empujada por el huracán, la manada en derrota gira sobre misma, se extravía, se dispersa, y corriendo enloquecidos los bueyes hacia adelante, pretendiendo alejarse de la tempestad, arrójanse en el Ródano, en el Vaccarés o en el mar, donde casi todos perecen.

Tan sangrientos sofismas, dichos con conviccion y frialdad, anonadaban al joven, cuya inteligencia debilitada por más de tres meses de carcel y cegada por la pasion de la venganza, no estaba en disposicion para analizar el fondo moral de las cosas.

Repito que el mundo, hasta el siglo XIV de nuestra era, venia del Asia; y que el Asia venia de la ley de la contradiccion; esa ley abolida por el Evangelio; ese mónstruo ahogado por la sangre vertida en la cruz; esa fosa de la humanidad cegada por el mártir del monte Calvario. ¡Mundo pagano, mundo gentil, no luches, basta!

Frente á esta puerta cegada, en el lado opuesto de la calle, donde estaban las hospederías para los pobres, está hoy el hospital de niños espósitos. ¡Feliz terreno, consagrado siempre á las buenas obras! La cámara de la limosna, hoy archivo de música, ocupa en su longitud las tres primeras naves trasversales de la parte añadida por Al-hakem, y tiene frente por frente la capilla de Villaviciosa.

Las recorre todas imprudentemente, cegada por emoción extraña que no acierta a reprimir, acometida de un deseo vivo, anhelante, de espiarlos. ¿Adónde va usted, Fernanda? le pregunta un joven. Ando en busca de la novia. Pues va usted mal. Está en el otro extremo de la casa, en una de las salas que miran al Norte. Se vuelve para disimular; pero inmediatamente emprende de nuevo la batida.

La vista del niño produjo a Paz una impresión horrible. Avanzó unos cuantos pasos, tan cegada por la ira, que el aya, al mirarla en aquel estado de exaltación, la contuvo: Señorita, ¡por Dios! pero ¿qué es esto? Había ya desaparecido Pepe por lo alto de la calle de la Pasión, y aún continuaba Engracia en el balcón, volviéndose algunas veces a mirar a don José.