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Actualizado: 8 de junio de 2025
¡Dábame mi alma que aquí la toparía! No te ha engañado. Cuando remate sus obligaciones, tiene de venirse conmigo. ¿Adonde? A la casona. Roja, no quiero verlos más, ni al padre ni a los hijos.... A los rapaces, no digo... Mas al señor mi amo fuerza es que le vea. Cordera, por ese mor vengo procurándola.
Siempre la casona de Rucanto fué secreta y aduendada para los lugareños.... Servidores del valle no los quieren; pero los forasteros que les vienen de criados poco duran, y, antes de najarse, algo murmuran en el pueblo. Pues es necesario enterarse de la verdad de esas habladurías.... Indaga tú, Rita; yo también he de averiguar algo de lo que nos interesa.
Como cinco lobos, los cinco hijos se están repartiendo cuanto hay en la casona, y los criados, a escondidas, también apañan lo que pueden. Dios me perdone el mal pensamiento, pero mismo parece que deseaban la muerte de la pobre santiña. DO
Julio perecía siempre un niño colérico y misántropo que había sentado plaza de enfermo incurable, y Narcisa pasaba por discreta y, altiva, mediante la solemnidad de su empaque y el orgullo con que se amigaba sin intimidad y con reservas sólo con dos o tres señoritas de las ilustres familias comarcanas.... Habían pasado años de terrible escasez en la casona.
Asentimos de buena gana a tan cuerdo parecer, y quedáronse los hombres... hasta pasmados del «visual pomposu» que iban tomando los pasadizos y la escalera de la casona con la faena que nos hacía sudar.
Le parecía que estaba viéndola, tan arrogantona y tan... y luego con su blandura de entraña... Pero Dios no había querido que las cosas pasaran de allí; y hoy un hijo y mañana otro, le había llevado los tres que había ido teniendo, y por último a ella, que valía un Potosí de oro puro, y con ella, la luz y la alegría de la casona, que fenecería «mañana u el otru» con el pobre don Celso, que ya había estado a punto de morir.
Conceptuaba yo esta prueba de gran importancia para los fines «ulteriores» y «posibles» de mis cálculos, sin el menor recelo ya de que los vanos fantasmas de otras veces me infundieran la tentación de no volver, tan pronto como perdiera de vista a la casona. Declaré un día el propósito a Neluco.
Se supo en la casona y aun en los alrededores, que doña Rebeca y su hijo mayor habían tenido una larga y solemne entrevista.
Por eso no se conocen aquí ciertas plagas, relativamente modernas, de los pueblos campestres, ni han entrado jamás los merodeadores políticos a explotar la ignorancia y la buena fe de estos pobres hombres... Pero ¡desdichados de ellos el día en que les falte la fuerza de cohesión, hidalga y noble, que les da la casona de los Ruiz de Bejos!... Todo esto, como puede presumirse, da bastante que hacer a cada rueda inteligente de cuantas componen la máquina cuyo eje fundamental es hoy en este lugar el bien ganado prestigio de don Celso.
Cuando llegué a Tablanca, me encontré a sus habitantes asombrados de lo que estaban viendo en la casona.
Palabra del Dia
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