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Actualizado: 8 de julio de 2025
A lo que yo respondí con otra mirada y un gesto: De lo mejor. Pero bien sabe Dios que ni la pregunta ni la respuesta se referían al estado del enfermo, sino al aspecto del temporal. Pasaron dos horas sin que dentro ni fuera de la casona ocurriera novedad digna de ser notada, y llegaron, pero sin el estrépito de costumbre, Lita y su madre y hasta el propio don Pedro Nolasco.
Díjome que don Sabas había salido de casa después de desayunarse en cuanto había dicho misa, y que probablemente estaría en la casona.
Llevo muchos años a cuestas, cuatro onzas y un doblón, para que me tienten los Díaños.... No diga esas picardías, mi rey, que un día le sale una avispa en la lengua.... Yo le serviré con toda voluntad en aquello que pueda, y cuantas llaves hay en la casona veré de traérselas, por si alguna abre. DON FARRUQUI
Sacudió Neluco dos cachiporrazos sobre la claveteada puerta del estragal; y sin esperar a que le contestaran arriba, entramos en él y comenzamos a subir la escalera. A la puerta en que ésta terminaba, nuevos cachiporrazos del médico. Enseguida levantó éste el pestillo, y nos colamos dentro: un crucero de pasadizos por el arte del de la casona de mi tío Celso.
Vio el mozón, como yo lo esperaba, el cielo abierto, porque comer con Chisco era comer con Tona. ¡Puches, qué doble panzada se dio! Yo, que asistí al final de la comida, añadí con gustosa aquiescencia de mi tío, al surplús con que ya se había obsequiado a los comensales, en honor del nuevo, una botella del más rancio «tostadillo» lebaniego que se guardaba en la bodega de la casona.
Ya estaba desconocido todo aquel interior, y aún continuaban transformándole por momentos las dos hadas de la casona.
Bastaba mi cualidad de «señor» y de forastero para merecer aquellos homenajes de una persona de Tablanca, donde son todos la misma cortesía; pero yo era además sobrino carnal de don Celso, hijo «del difunto don Juan Antonio», sangre de los Ruiz de Bejos, de la enjundia nobiliaria de Tablanca, de la «casona» «de allá arriba...», vamos, de los Faraones de allí; algo indiscutible, prestigioso y respetable per se y como de derecho divino; pero no a la manera autoritaria y despótica de las tradiciones feudales, sino a la patriarcal y llanota de los tiempos bíblicos.
Parecíame la fuga una verdadera canallada; pero los cuerpos abandonados en el aire, caen por su propia gravedad; y así me sentía yo caer, roto, con la muerte de mi tío, el vínculo que más me ligaba a la casona.
Porque si yo tomara apego a aquella tierra, ¿qué mejor dueño para la casona, ni más pomposo señor para el valle entero, cuando don Celso faltara? ¡Ah, cuánto se alegraría él de que yo fuera animándome!
Una calma aparente reinaba en la casona, porque Narcisa, sabiendo que le era imposible contrarrestar la influencia que Fernando ejercía en su madre, se contentaba con zaherirlos a los dos a cierta distancia del marino, apagando la voz y mordiendo las desesperaciones de su envidia. El fracaso de sus tentativas conquistadoras cerca de Salvador la tenía frenética.
Palabra del Dia
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