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Actualizado: 17 de junio de 2025
Iba el Capitán a responder, cuando dos bultos se levantaron bruscamente a pocos pasos de aquellas plantas y emprendieron rápida carrera hacia la llanura; pero a saltos, como si fueran ranas gigantescas. ¡Una pareja de kanguros! exclamó Cornelio.
Un sinnúmero de coches particulares y de berlinas de punto cubrían más abajo la ancha carretera, galopando en dirección a la plaza; y al través de ellos, dejándolos atrás en seguida, corrían desbocados los ómnibus, mientras los que iban encima, sin miedo a estrellarse, embriagados por la carrera vertiginosa, saludaban con gritos de alegría a los que iban dejando en pos de sí.
Todavía no muy cierto de que se encontraba delante de una conciencia tan segura, había tratado él de refutar aquella luminosa demostración; pero ella había tendido la mano hacia los montes lejanos: «¿Ve usted aquellas montañas? Unas partes están iluminadas, otras permanecen en la sombra. Pero como el sol sigue su carrera, llega el momento en que éstas se iluminan y las otras se velan.
Unos huían en desesperada carrera al otro lado del mar, espoleados por la miseria; otros se pudrían en el seno de la tierra sin el consuelo de haber visto la Justicia y la Igualdad imperando sobre los hombres. ¡Qué de esfuerzos inútiles! ¡Cuántos sacrificios estériles!... ¡Y la herencia de tanto trabajo parecía perderse para siempre!
Torció á la derecha, por evitar que llegara hasta ella aquel figurón blanco, y encontró enfrente la Carrera de San Jerónimo. Empezó á subir; pero estaba tan fatigada, que la pendiente de la calle le parecía inaccesible.
Aludimos á su Arte nuevo de hacer comedias, citado antes, que escribió en el año de 1609, esto es, en la primera mitad de su carrera, á excitación de una Academia literaria de Madrid, para disculparse de la crítica que de él se hacía, por quebrantar las reglas admitidas.
Como el interes de una poblacion como Bayona se gasta pronto para el extranjero, tomé billete en la diligencia de Burdeos, que á las dos de la tarde parte del Hotel del comercio . Veinte horas poco mas ó ménos emplea la diligencia en su carrera de Bayona á Burdeos. La carretera que separa estas dos ciudades es buena como casi todas las de Francia.
Su vida de empleadillo y jornalero le producía un puñado de duros, con los cuales había para ir a la compra y casi con igual frecuencia a la botica. De la abogacía no se volvió a hablar: lo de seguir carrera fue un sueño, y, sin embargo, el haber tenido que renunciar a ella era la pesadumbre de toda la familia.
A menudo arengaba Tiburcio a los marineros y a los soldados, pero los hechos eran más elocuentes y persuasivos que las palabras. Ora vientos contrarios y borrascas que combatían la nave, ora pesadas calmas que la detenían en su carrera, vinieron a dar pábulo a la irritación general. De temer era que la sublevación estallase de un momento a otro.
No quería decir con esto que estuviese arrepentido de la nobilísima carrera a que le había inclinado su constelación, no, mil veces.
Palabra del Dia
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