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Actualizado: 25 de julio de 2025


Tres o cuatro curiosos se habían parado a la puerta de la calle, y al través de las rejas de la cancela nos miraban sin curiosidad alguna, atentos sólo a la música. Cuando ésta cesó, siguieron su camino. Ea, basta de coloquio dijo Pepita, acercándose a su hermana y a , que aún continuábamos sentados. Llevan ustedes media hora juntos, y el reglamento de la casa no permite más que quince minutos.

Volvió otra vez el criado de gesto imponente a recibir al torero en la cancela, para decirle que la señora había salido, cuando él sabía ciertamente que estaba en casa. Gallardo la habló una tarde de una breve excursión que debía hacer a su cortijo de La Rinconada. Necesitaba ver unos olivares que su apoderado había comprado durante su ausencia, uniéndolos a la finca.

Impulsado por la curiosidad, hizo Robledo involuntariamente un leve gesto de aceptación y ella reanudó su marcha. Pero sólo dió algunos pasos, deteniéndose ante la cancela de un bar de aspecto sórdido, con tupidos visillos en los cristales. Guiñó un ojo, y abriendo la mampara desapareció en el interior del sucio establecimiento. Quedó indeciso el español.

Los empleados del vestíbulo, enterados de lo que había ocurrido en los salones, corrieron á la cancela de cristales, con la esperanza de la regia propina. «¡Un carruaje para la señora duquesaPero ella deseó marchar á través del silencio de la noche.

Buenas noches respondió ella sonriendo tímidamente. Su padre se llevó la mano al sombrero. Romadonga siguiola con la vista hasta que desapareció por la cancela. Antes de trasponerla Concha se volvió a medias y le echó una rápida mirada de latiguillo.

Llegamos cerca de la Aduana, y don Ciriaco se detuvo delante de una casa grande, con miradores. Aquí es dijo. Entramos en un portal altísimo, enlosado de mármol. Lo cruzamos. Llamó el capitán; un criado abrió la cancela y nos pasó a un patio con el suelo también de mármol, el techo encristalado y las galerías con arcadas.

Los palillos sonaban con gozoso chasquido; las siluetas de las bailaoras pasaban y repasaban por delante de la cancela, en actitudes ora arrogantes, ora lánguidas y desmayadas, siempre provocativas, llenas de promesas voluptuosas. Estos eran los patios que podían llamarse tradicionales.

Pero al llegar los jornaleros ante la puerta iluminada, detuviéronse con un temor que tenía algo de religioso. Nunca habían entrado allí. El aire, caliente, cargado de emanaciones de gas, y el rumor de innumerables conversaciones que se escapaban por las rendijas de la cancela, intimidábanles como la respiración de un monstruo oculto tras las cortinas rojas del vestíbulo.

Compró varias casas viejas, una de ellas la misma en cuyo portal trabajaba el remendón, las echó abajo, y comenzó a levantar un edificio que había de ser de blancas paredes, con rejas pintadas de verde, vestíbulo chapado de azulejos y cancela de hierro de menuda labor, al través de la cual se vería el patio con su fuente en medio y sus columnas de mármol, entre las cuales penderían jaulas doradas con parleros pájaros.

Palabra del Dia

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