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Actualizado: 3 de mayo de 2025
Iba á retirarme: ella cayó de rodillas cerca, de un canapé, y estalló en sollozos, con la frente apoyada sobre mi mano que había cogido. Yo había visto correr, hacía poco tiempo, lágrimas más bellas y más dignas; sin embargo, me hallaba conmovido. Veamos, mi querida señorita le dije, aún no es tarde, ¿es cierto? Ella sacudió con fuerza la cabeza. Pues bien, mi querida niña, tenga valor.
Penetré algunos pasos en el interior de aquel alegre aposento y me detuve ante un espectáculo que no descubrí a primera vista. Dando la espalda a la puerta por donde yo acababa de entrar, vi a un hombre recostado en un canapé. Levantose, sin darse cuenta de mi presencia, y se dirigió bruscamente a una de las ventanas.
Fáltale el aliento, no puede articular palabra, y cae desmayado á sus plantas. Cunegunda se cae sobre el canapé: la vieja los inunda en aguas de olor; vuelven en sí, se hablan; primero en voces interrumpidas, en preguntas y respuestas que no se dan vado unas á otras, en suspiros, lágrimas y gritos.
La esposa de éste y el subinspector se quedaron contemplando el juego y aguardando el momento en que alguno de los dos pudiese tomar parte en él; de suerte que la viuda y su interlocutor, gracias a la preocupación de los jugadores de whist, se quedaron en el canapé tan aislados como pudieran estarlo en el fondo de un bosque.
Le tomó la mano, le atrajo hacia ella en un canapé y exclamó, con los ojos brillantes de alegría: ¡Pobre joven! cuénteme usted eso. Mauricio contó lo que había convenido con Roussel y pudo comprender en la triunfante exaltación de Clementina hasta qué punto su padrino le había dicho la verdad.
Se recostó descuidadamente en uno de los brazos del canapé y, por encima de su abanico que agitaba lentamente, se quedó contemplando a Delaberge con la sonrisa en los labios. Este, ya receloso y colocado en actitud defensiva, estudiaba detenidamente el rostro de su vecina. Pronto sintióse tranquilizado por completo.
LIONEL. ¡No mucho...! ¡Unicamente los ojos...! LINE. ¡Los ojos no tienen importancia...! ¡Con tal de que encuentre un taxi...! ¡Oh, San Antonio de Padua...! ¡Tú, que lo encuentras todo, encuéntrame también un taxi...! LIONEL. ¡Se lo diré a la portera...! LINE. ¡No..., no...! ¡No hay tiempo...! ¡Hasta el lunes, querido mío...! Estudiaremos la «codorniz sobre el canapé».
Cuando me desperté, mi almohada estaba inundada de lágrimas; en todo el día no hice más que ir y venir en torno de mi hermana como una criminal: me parecía que tenía sobre la conciencia una falta grave cometida contra ella. Después de la comida Marta se había recostado por un rato en el canapé, otra vez con su dolor de cabeza.
Algunos sillones de espaldar ovalado, y un antiguo canapé de delgadas patas, completaban la decoración de esta pieza, en que todo acusaba una rígida limpieza, y en que se respiraba un olor concentrado á lirio, rapé de España, y vagos aromas.
En un canapé de paja y sentada entre la chimenea y la alcoba, hay una mujer que parece joven a pesar de sus treinta y cinco años cumplidos. Aún conserva su talle la esbeltez de la niña de quince años, y sus ojos negros, la vivacidad y expresión de tiempos pasados.
Palabra del Dia
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