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Actualizado: 22 de junio de 2025
Marroquín se limitó a quitarse el gorro y la levita. Todo se volvía ojos Miguel tratando de ver dónde estaban las espadas a que el cura había aludido la noche anterior; pero no parecían por ninguna parte. Y con gran sorpresa y desengaño, pues estaba creído de que iba a presenciar una extraña y terrible aventura, vio que los campeones se ponían a darse de morradas como mozos de cuerda.
Tan luego se hallaron frente á frente ambos campeones reinó absoluto silencio en todo el palenque. Del resultado dependía no sólo la gloria que pudiera caber al vencedor sino la victoria ó la derrota del bando que respectivamente representaban.
Si los campeones dieron altos hechos, Vosotros proclamasteis los derechos De la igualdad, que predicó Jesus. Ancianos, cuya mano temblorosa Nos indica la ruta misteriosa Que debemos seguir; Bendecid con amor á vuestros hijos, Para que sigan con los ojos fijos La estrella que los lleve al porvenir.
Aunque de apariencia endeble, su mirada imperiosa y enérgica recordaba que por sus venas corría sangre de famosos guerreros y que su hermano mellizo, el capitán Bartolomé de Berguén, era uno de los esforzados campeones ingleses que habían plantado la cruz de San Jorge sobre los muros de París.
Al marchar de sus campeones, Al relumbrar de sus hierros, Y al tremolar su estandarte Los enemigos huyeron. Los libres en vez de rostros Espaldas tan solo vieron. Cuando los viles esclavos Riendas al caballo dieron, De cadáveres y de armas El campo quedó cubierto, En expiacion de los libres Que con honor sucumbieron.
Un caballero del campamento del Rey, llamado Don Diego de Lara, ha acusado á los habitantes de Zamora de complicidad en la muerte del Rey, provocándolos á nombrar cuatro campeones, para sostener contra ellos, con su espada, la verdad de su dicho. El anciano Arias Gonzalo, gobernador de Zamora, se presenta con sus cuatro hijos para defender el honor de la ciudad.
Innumerables veces se había representado escenas de martirio de las cuales era protagonista y en las que siempre salía vencedora: bien así como muchos hombres aficionados a las peleas se imaginan luchar con una docena de campeones y hacerlos correr ignominiosamente, y otros enamorados de la oratoria se representan dirigiendo su voz a las muchedumbres, conmoviéndolas y arrastrándolas a su talante. ¡Con cuánta admiración había leído la fuga de la santa doncella de Mérida desde la casa de campo de sus padres hasta la ciudad, donde se presentó voluntariamente ante el gobernador Calfurniano a confesar su fe y a pedir el martirio!
Los mantenedores ocupaban la extremidad del campo más cercana á las puertas de la ciudad. Frente á sus respectivos pabellones se veían los escudos de armas de los cinco campeones ingleses, sostenidos por otros tantos escuderos; allí las rosas de Morel, las barras gules de Leiton, el león de Percy, los grifos de Abercombe y las plateadas alas de Beauchamp.
Salió una voz del tumulto gritando: «¡Pedro, que matan á tu primo!» El mayordomo partió como un rayo, y vibrando su nudoso garrote empezó á repartir palos lindamente. Pronto trazó el miedo un círculo espacioso en torno suyo. Las mujeres se cogían á la cintura de los campeones, queriendo sujetarlos. La condesa, al igual de ellas, también trataba de contener á Pedro vertiendo lágrimas de susto.
Estaba escrito, no obstante, que pocos días antes de salir el cuarto número de La Abeja estallaría una furiosa borrasca entre los campeones infatigables de la cultura patria. Las más grandes empresas, las obras más altas y portentosas pueden venir al suelo por livianos motivos. Troya pereció por los devaneos de un petimetre: La Abeja por una disquisición histórica.
Palabra del Dia
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