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Actualizado: 2 de junio de 2025
En Tien-Tsin, me separé de aquellos santos camaradas. Y después de dos semanas, en un día de sol, me paseaba fumando un cigarro y mirando las luchas de perros en el puerto de Hong-Kong, sobre la cubierta del «Java»; que iba a levar anclas con rumbo a Europa. Fué un momento conmovedor para mí, aquel en que a las primeras vueltas de la hélice, vi alejarme de la tierra de China.
Luego que yo la vi, le tomé una mano y la comencé a besar, y el renegado hizo lo mismo, y mis dos camaradas; y los demás, que el caso no sabían, hicieron lo que vieron que nosotros hacíamos, que no parecía sino que le dábamos las gracias y la reconocíamos por señora de nuestra libertad. El renegado le dijo en lengua morisca si estaba su padre en el jardín. Ella respondió que sí y que dormía.
Se refiere usted al fusilamiento del alcalde y los otros... Me lo acaban de contar los camaradas. Aún ha sido flojo el castigo; debían haber arrasado el pueblo entero: debían haber matado hasta á los niños y las mujeres. Hay que acabar con los franco-tiradores. El viejo le miró con asombro.
Procuró evitar todo encuentro con sus amigos y admiradores de las Claverías. No visitó más la habitación del zapatero, y cuando veía a los camaradas rondar por el claustro con la intención de meterse en la casa de los Luna, dejaba sola a Sagrario, subiéndose al camaranchón del maestro de capilla.
Como sé que es cierto he querido provocar esta explicación para que usted no viva en el engaño. Después de lo de esta noche deseo que seamos amigos; amigos nada más; dos camaradas unidos por el agradecimiento. Pero para evitar la confusión, había que marcar nuestras respectivas situaciones.
Contaba con su caballo, del que hizo grandes elogios, y que le permitiría obtener una gran ventaja sobre sus camaradas, alcanzándolos en el camino. El podía correr con más ligereza al ir solo, y sus amigos marcharían embarazados por el bagaje. Mientras tanto, su enviado galopaba hacia la estancia de Rojas. Al llegar á una tranquera la abrió, continuando su marcha por los campos de don Carlos.
Debe usted salir de ahí: usted es mi tío dijo con orgullo . Vuelva á su casa, donde le corresponde estar. Mis camaradas tendrán mucho gusto en conocerle; son hombres muy distinguidos. Se lamentó luego de lo que el viejo hubiese podido sufrir. No sabía con certeza en qué consistían tales sufrimientos, pero adivinaba que los primeros instantes de la invasión habrían sido crueles para él.
El mozo aún conservaba sus amistades con los antiguos camaradas de contrabando, y él le llevaría por los senderos extraviados de la sierra hasta Gibraltar. Allí podía embarcarse para cualquier punto: el mundo es grande.
La estimación de sus camaradas era lo único que, procurando conservarlo con delicadeza suma, encontraba digno de envidia, y su única ambición. Consideraba el honor de su regimiento como el suyo propio, y sabía de memoria los nombres de los oficiales y soldados de todos los escuadrones.
La verdad es que ser diputado a ese precio... ¿Pues a qué precio cree usted que son diputados los demás? Terciaron en la porfía, auxiliando a don Celso, sus cinco camaradas; y al cabo lograron reducir a don Simón, en el instante en que ponía Cuarterola sobre la mesa un tintero de cuerno con pluma de ave, y medio pliego de papel con lamparones de aceite.
Palabra del Dia
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