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Marchaban por las calles anchas y por las callejuelas apartadas, en pequeños grupos, deseando encontrar a alguien, para que les enseñase las manos. Era el mejor medio de reconocer a los enemigos del pobre. Pero ni con callos ni sin ellos, encontraban a nadie ante su paso. La ciudad parecía desierta.

Delante del «paso» iba un mocetón vestido con túnica morada y coronado de espinas. Sus pies hollaban descalzos las azuladas piedras de las callejuelas. Marchaba encorvado bajo la pesadumbre de una cruz dos veces más grande que él, y cuando tras larga detención reanudaba el paso, las buenas almas ayudábanle a tirar de su carga.

Recorro las mismas callejuelas de piso áspero; cruzo la misma plaza en que la iglesia se alza. Y luego, por variar, tuerzo a la derecha y entro en una calle silenciosa, de casas chatas a una banda, de una larga pared ruinosa a la otra. Leo un tejuelo azul: es la calle de Gerindote.

Picaron los caballos para dejar atrás la chiquillería que corría tras ellos, y las callejuelas de azul empedrado y blancas paredes estremeciéronse con el rítmico chocar de las herraduras.

Después de admirar el afeitado Parterre, fueron a dar la vuelta al estanque grande, que es un mar de bolsillo, como decía Miquis. Este la llevó luego por sitios escondidos y por las callejuelas y laberintos que están entre el estanque y la fuente de la China.

Por allí anduvimos á la ventura durante tres cuartos de hora, atravesando calles y callejuelas, como para ver si notábamos esa especie de gusto clásico que debe reinar en unos lugares donde manda la ciencia. Efectivamente, hay aquí algo de la vida revuelta del estudiante, y del silencio austero del aula.

Hacia ellos voy... por los caminos posibles. Hacia Dios no se va más que por uno: el del bien. no puedes permitir que a tu Reino se llegue por callejuelas obscuras, ni que a tu gloria se suba pisando los corazones que te aman... ¡No, Dios, no permitirás eso, no, no! Antes que ver tal absurdo, veamos toda la Naturaleza en espantosa ruina, desquiciada y rota toda la máquina del Universo.

Si penetrais en la parte antigua, que arranca en la base misma de la montaña y se eleva en desiguales escalones, encontrareis calles de severo aspecto, callejuelas tortuosas y pendientes, construcciones de estilo semi-gótico, los talleres de la industria, fuentes tradicionales de extraña forma y coronadas por gigantes de piedra muy característicos, representando soldados del siglo XV armados hasta los dientes.

Hube, pues, de limitarme á San-Gil, á donde es fácil penetrar por cualquiera de las grandes calles del centro aristocrático. Y con todo, mis visitas, que no pasaron de dos, fueron diurnas, escogiendo algunas de las callejuelas mas horribles, como la de Church-Lane, tan á la vista de todo el mundo que desemboca nada ménos que en la espléndida calle de Oxford y el Strand.

La muchacha miraba ávidamente a los rincones negros de las callejuelas, no alumbradas aún, y él seguía sus miradas y hundía la vista en esos corredores obscuros, que invitan, en la sombra, con una elocuencia misteriosa.