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Actualizado: 23 de octubre de 2025
Hallose Francisco de Rivalta, cuando se perdió en las oscuras y revueltas callejuelas don Baltasar de Peralta, a mucha distancia del lugar de la tragedia, y vino sobre sí, y pensó en lo que le acontecía, y vio que si a la justicia daba parte, y por ello pruebas de haberse hallado en el lance, le prenderían, y prendiéndole le impedirían el tomar venganza y justicia, como el quería tomarla por su mano, de don Baltasar de Peralta; y fuese para su casa, entrando en ella recatadamente, como había salido con mi padre, por un postigo.
-Está bien -dijo Sancho-, y haced cuenta, hermano, que ya la habéis pintado de los pies a la cabeza. ¿Qué es lo que queréis ahora? Y venid al punto sin rodeos ni callejuelas, ni retazos ni añadiduras.
Anchas avenidas y barrios enteros de magníficos edificios rodean la primitiva ciudad, con sus calles estrechas, tortuosas y pintorescas. En los barrios modernos residen las clases acomodadas, y en el centro están situadas las tiendas y vive una población pobre, turbulenta y en parte criminal, que se oculta en sus obscuras callejuelas.
Aquel espectáculo es mas elocuente que muchos volúmenes para caracterizar el movimiento del siglo XIX. La catedral de Lyon, situada en el fondo de la parte vieja ú occidental de la ciudad, en medio de feas y tortuosas callejuelas, es un hermoso monumento que tendría mayor importancia si estuviese rodeado de mejores calles y edificios.
Cuando llegan las ocho de la noche, se ve un largo cordon de miserables que vuelven lentamente por sus oscuras callejuelas á buscar el rincon de sus cloacas.
Recordaba otras catedrales famosas, aisladas, en lugar preeminente, presentando libres todos sus costados, con el orgullo de su belleza, y las comparaba con la de Toledo, la iglesia-madre española, ahogada por el oleaje de apretados edificios que la rodean y parecen caer sobre sus flancos, adhiriéndose a ellos, sin dejarla mostrar sus galas exteriores más que en el reducido espacio de las callejuelas que la oprimen.
En las callejuelas cercanas bullían rameras de la más extremada abyección, juntas con negros, con marineros levantinos, con marroquíes é indostánicos, con vagabundos de todo el planeta. Pero la millonaria no conocía el miedo. Además, iba apoyada en el más fuerte de los brazos.
Antes de encerrarse en un cuartucho de la «Posada de la Sangre» el antiguo «Mesón del Sevillano», habitado por Cervantes había sentido una ansiosa necesidad de ver la catedral; y pasó más de una hora en torno de ella, oyendo el ladrido del perro que guardaba el templo y rugía alarmado al percibir ruido de pasos en las callejuelas inmediatas, muertas y silenciosas. No había podido dormir.
Palabra del Dia
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