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Actualizado: 16 de junio de 2025


Después que hubo anudado las cuatro puntas del pañuelo que contenía el equipaje, se incorporó el hombre, volvió la cara... y conocí en ella á la del Tuerto; pero más obscura, más triste, más ceñuda que nunca. La sardinera, al oir á su marido, rompió á llorar á todo trapo: sus hijos la siguieron en el mismo tono. ¡Á ver si vos calláis, con mil demonios! exclamó el pescador con visible emoción.

¿Quién es esa deslenguadona que me quiere prevocar? ¡Á ver si vos calláis, condenás, ó dirvos á reñir allá juera!... ¡Cuidiao que tien que ver! Dir echando los que falten, y cierre el pico la rigunión. Esta reprimenda, de un viejo pescador, puso en orden á las mujeres, que se disponían ya á hacer de las suyas.

Era de ver, segun afirman algunos, las animadas conversaciones que esta infeliz señora, tenia con el cadáver de su esposo; conversaciones que aumentaban mas su delirio, y que en lugar de aliviarla, la agravaban. «Por qué no me respondeis, Felipe? le decia: callais!... todavia me sereis infiel!...» Estas palabras proferia á su marido, y otras que causaria lástima escucharlas.

Esta situación, de por fuerza se la tienen que llevar los demonios. Hasta que llegue la nuestra.... No, pues cuando este lo huele.... Por Madrid andará buena la cosa. Así los parta a todos un rayo, comilones, tiránigos, chupadores. A ver si calláis. «La situación está próxima a entrar en el camino que desde el primer día de la revolución debió emprender. ¿Quién será? ¿Lo dirá por el alcalde?

Don Custodio estuvo á punto de no decirles en que consistía, resentido por no haber encontrado partidarios cuando sus diatribas contra Simoun. «Cuando no hay peligro quereis que hable, ¿eh? ¿y cuando lo hay os callaisiba á decir, pero era perder una buena ocasion, y el proyecto, ya que no se podía realizar, al menos que se conozca y se admire.

Desde por la mañana tenemos abiertos los brazos para recibir al noble huésped, y sólo abrazamos el vacío. ¿No creéis, condesa, que esta tardanza manifiesta una falta de respeto, tanto a vos como a vuestro viejo padre? EL CONDE. ¿Os calláis? , tenéis razón; cuando se trata del honor de vuestro padre, preferís callaros.

La sardinera, al oir á su marido, rompió á llorar á todo trapo; sus hijos la siguieron en el mismo tono. ¡Á ver si vos calláis con mil demonios! exclamó el pescador con visible emoción. Y añadió dirigiéndose á su mujer, ya sabes lo que se va á hacer. Estas criaturas se vienen ahora mesmo conmigo, y se las dejo á mi madre al tiempo de bajar. Allí se estarán con ella hasta que yo güelva.

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