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1192 Es la memoria un gran don, calidá muy meritoria; y aquellos que en esta historia sospechen que les doy palo, sepan que olvidar lo malo también es tener memoria. 1193 Mas naides se crea ofendido pues a ninguno incomodo, y si canto de este modo, por encontrarlo oportuno, no es para mal de ninguno sino para bien de todos.

Hay dos cocinas con humero de ancha campana. Hay palomares eminentes. Hay una cuadra con mulas y otra con bueyes. Hay un corral con pavos, gallos, gallinas, patos, y otro con cerdos, negros, blancos, jaros. Hay dos pajares repletos de blanda y cálida paja... Ante la casa se abre una alameda de almendros. Cuatro, seis olmos gayan la plazoleta con su follaje.

Tampoco se fijó en la inquietud de D. José, que se movía en el asiento como si este tuviese espinas; y volviendo a lamentarse de su destino, se dejó decir: «Porque no hacen solutamente estimación de los verídicos hombres del mérito. Tanto mequetrefe colocao, y a nosotros, tocayo, a estos dos hombres de calidá nadie les ensalza.

Los ventanales estaban rojos, esparciendo en la cálida lobreguez de la noche risas, gritos, suspiros de violines, romanzas amorosas que denunciaban un cuello femenil, blanco y voluptuoso, hinchado por el deseo y por la música. Las gotas de luz perdidas en el infinito cambiaban sus parpadeos con las estrellas eléctricas medio ocultas en los negros follajes.

A un lado una máquina más pequeña, productora de la luz; a otro lado la del frío, para los depósitos de alimentos y las necesidades de la vida a bordo, organismo potente y triunfador que en aquella atmósfera cálida, cerca de los hornos inflamados, mantenía sus tuberías y cilindros bajo el forro lagrimeante de una gruesa costra de hielo. Avanzaron sobre un piso de placas de metal.

Ahuyentaría o ignoraría los espectros recónditos, que, de vez en cuando, se entrometen a perturbar el buen concierto de las potencias del alma y anublar la cálida luz del corazón; esos espectros que, aunque ofuscaciones de la imaginación, se proyectan sobre el mundo exterior en forma de figuras odiosas y agresivas, como si de veras existiesen en carne y hueso, y son sólo alucinaciones.

Era el tiempo en que para trasladar a los presos y penados de cárcel a cárcel, de penal a penal, se les llevaba todavía a pie por los caminos, entre destacamentos de gente armada. Tras el día de calor insufrible, vino la noche sin brisa, cálida y sofocante. No corría un pelo de aire, ni se alzaba del suelo un átomo de polvo.

Le presentó Artegui en silencio el brazo, y ella, dudosa al pronto, aceptó por fin, caminando ambos automáticamente en dirección al hotel. La mañana, un tanto encapotada, prometía temperatura menos cálida y más grata que la de la víspera. Corría regalado fresquecillo, y tras del celaje brumoso adivinábase la sonrisa del sol, como suele columbrarse el amor al través del enojo.

La temperatura de San-José es muy cálida, sin que por esto se conozcan allí en manera alguna las enfermedades: su morada no puede ser mas agradable, pues parece que la naturaleza se hubiese complacido en derramar sus dones en aquellos lugares salvages, con una prodigalidad digna de la tierra de promision.

Hablabamos, mi amigo y yo, de cosas indiferentes y triviales. El sol, próximo a desaparecer, arrojaba sobre la tierra una luz cálida y rojiza, y el bochorno que entraba por la abierta ventana parecía esparcirse por todo el aposento.