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Actualizado: 22 de junio de 2025
Abiertas éstas, se halló un riquísimo y completo aderezo de dama, de perlas preciosas, y multitud de alhajas de hombre; joyeles para el sombrero, herretes para la ropilla, sartas de perlas para las cuchilladas, rosetas para los talabartes, cadenas, sortijas, una placa de Santiago, una empuñadura de espada de corte, desarmada, y conteras para la misma; todo de oro y pedrería, y de pedrería de gran valor.
Tal el doctor Martin Martinez de Cantalapiedra, catedrático de lengua santa en las escuelas de Salamanca, al que igualmente alcanzaron las cadenas de la Inquisicion de Valladolid, de cuyos tenebrosos encierros, despues de mui trabajada su paciencia, salió por fin á la luz de la libertad; pero manchada la frente por la negra tinta que se mandó derramar sobre algunos lugares de sus obras impresas.
21 Así que vistió Salomón de oro puro la Casa por dentro, y cerró la puerta del oratorio con cadenas de oro, y lo vistió de oro. 23 Hizo también en el oratorio dos querubines de madera de oliva, cada uno de altura de diez codos. 25 Asimismo el otro querubín tenía diez codos; porque ambos querubines eran de un tamaño y de una hechura. 26 La altura del uno era de diez codos, y asimismo el otro.
El día que usted ponga el pie en la senda de la vida, pero la vida real, entendámonos, el día que usted la conozca bien, con sus leyes, sus necesidades, sus rigores, sus deberes y sus cadenas, sus dificultades y sus penas, sus verdaderos dolores y sus encantos, verá usted cómo ella es sana, bella, fuerte y fecunda en virtud de sus mismas exactitudes. En cuanto a su recomendación la atenderé.
Llegó a verse hasta en cadenas, años y años, aunque nunca por culpa suya, sino de otros, malos amigos y piores compañerus de trabajo.
Las mujeres de Gallarta afirmaban que de noche salían gemidos del derrumbamiento. Durante unos meses viéronse en el camino de Labarga formas blancas, con luces en la cabeza, arrastrando cadenas. En las casas temblaban los muchachos y las jóvenes, oyendo hablar de las pobres almas en pena de la mina.
Así discurría Amparo, mientras bajaba hacia la Puerta del Castillo, defendida todavía, como in illo tempore, por su puente levadizo y sus cadenas rechinantes. Al propio tiempo subían unas señoras, con las cuales se cruzó la cigarrera.
Estas cadenas y estos dijes eran el atractivo más poderoso, la tentación suprema que presentaban a sus hijos los artesanos de Sarrió para decidirles a ir a Cuba. «¡Tonto, quién te verá venir dentro de pocos años con levita de paño fino, gran camisola planchada, bota de charol y mucha cadena de relós, como don Pancho!» A este último envite casi ningún muchacho resistía. «¿Que me dé siete vueltas al cuello, padre?
Son ellos, que atrevidos Con grande fé en el alma Adornarán con palma El estandarte azul; Ó morirán como héroes Legando un alto ejemplo, Que brillará en el templo De la inmortalidad. Honor para la Patria Si rompen sus cadenas! Honor si de sus venas La sangre solo dan! Mirad la extensa laguna De Chascomús: magestuosa Sobre la pampa reposa Bajo esa bóveda azul.
Todos contaban que en una de las salas del tribunal acababa de suicidarse un acusado; se oía ruido de cadenas y de fusiles. Un dulce calor reinaba en todo el edificio, y se estaba allí divinamente. En una de las salas, la animación era grandísima: un proceso pintoresco atraía mucha gente. Los jueces, los jurados, los abogados estaban ya en sus puestos.
Palabra del Dia
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