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Actualizado: 13 de junio de 2025
Candido dixo á Cacambo: Ya ves, amigo, que deleznables son las riquezas de este mundo; nada hay sólido, como no sea la virtud, y la dicha de volver á ver á Cunegunda. Confiéselo así, dixo Cacambo; pero todavía tenemos dos carneros con mas tesoros que quantos podrá poseer el rey de España, y desde aquí columbro una ciudad, que presumo que ha de ser Surinam, colonia holandesa.
No daba el caso un instante de vagar; pero ¿cómo se habia de apartar de Cunegunda? ¿y donde hallaria asilo? Del recibimiento que á Candido y á Cacambo hiciéron los jesuitas del Paraguay.
Cacambo le explicaba á Candido los donayres del rey, y aunque traducidos todavía eran donayres; y de todo quanto pasmó á Candido, no fué esto lo que le dexó ménos pasmado. Un mes estuviéron en este hospicio.
Arrimóse Cacambo á la puerta, y oyó hablar peruano, que era su lengua materna; pues ya sabe todo el mundo que Cacambo era hijo de Tucuman, de un pueblo donde no se conocia otro idioma. Yo le serviré á vm. de intérprete, dixo á Candido; entremos, que este es un meson.
Díxole Martin: ¡Qué sencillo es vm., si se figura que un criado mestizo, que lleva un millon de duros en la faltriquera, irá á buscar á su amada al fin del mundo, y á traérsela á Venecia; la guardará para sí, si la encuentra, y si no, tomará otra: aconsejo á vm. que se olvide de Cacambo y de su Cunegunda. Martin no era hombre que daba consuelos.
Desarmáron primero á Candido y á Cacambo, y les cogiéron sus caballos andaluces; introduxéronlos luego entre dos filas de soldados, al cabo de las quales estaba el comandante, con su bonete de Teatino puesto, la espada ceñida, la sotana remangada, y una alabarda en la mano: hizo una seña, y al punto veinte y quatro soldados rodeáron á los recienvenidos.
Ya puede vm. convencerse ahora, dixo Cacambo, de que son verdades, y ya ve los estilos de la gente que no ha tenido cierta educacion: lo que me temo, es que estas damas nos metan en algun atolladero.
Los caminantes se diéron priesa á coger el oro, los rubíes y las esmeraldas. ¿Donde estamos? decia Candido: menester es que esten bien educados los infantes de este pais, pues así los enseñan á no hacer caso del oro ni las piedras preciosas. No estaba Cacambo ménos atónito que Candido.
Cacambo dió parte de su curiosidad á su huésped, y este le dixo: Yo soy un ignorante, y no me arrepiento de serlo; pero en el pueblo tenemos á un anciano retirado de la corte, que es el sugeto mas docto del reyno, y que mas gusta de comunicar con los otros lo que sabe. Dicho esto, llevó á Cacambo á casa del anciano. Candido representaba la segunda persona, y acompañaba á su criado.
Quando estuviéron cerca de la sala del trono, preguntó Cacambo á uno de los oficiales principales como habian de saludar á Su Magestad; si hincados de rodillas ó postrados al suelo; si habian de poner las manos en la cabeza ó en el trasero; si habian de lamer el polvo de la sala; finalmente quales eran las ceremonias.
Palabra del Dia
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