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Actualizado: 12 de junio de 2025
Poco á poco sube hacia las cimas el nuevo verdor de bosques y de malezas; escala cañadas y barrancos para conquistar las quebraduras superiores junto al ventisquero. En lo alto, todo inesperado y alegre aspecto. Hasta las rocas sombrías, que parecían negras por su contraste, con las nieves, adornan sus fragosidades con matas verdes. También ellas participan de la primaveral alegría.
Pero las excursiones que prefería Nieves eran las que hacía a pie con su padre, Leto y don Claudio, muy de mañana o a la caída de la tarde, trepando de breña en breña, de altura en altura, para admirar nuevos panoramas o descubrir más vastos horizontes; o descendiendo a las hondas y sombrías cañadas para acopiar el musgo aterciopelado y el finísimo helecho que andaban allí tirados por los suelos, y no había modo de que los produjera el de su tierra natal, con ser la «de María Santísima». Mucho le gustaban también estas expediciones a don Alejandro, pero no podía siempre con ellas; y en tales casos iba sola Nieves con sus amigos, que no se cansaban nunca y eran bien de fiar.
No todos los meses del año son á propósito para estos viages, aunque ninguno esté exceptuado para emprenderlos. Los troperos prefieren salir de Salta en el mes de Abril, ó Mayo, en que disminuyen los arroyos y las cañadas, y evitan hacerlo en los de Julio, Agosto, Setiembre y Octubre, por la suma escasez de aguas y pastos.
Ningún hombre se veía por los pequeños espacios libres entre casa y casa que hacían el oficio de calles: todos eran voluntarios y estaban en el monte. En las cañadas cercanas no había ganado al regalo de la yerba. Algunas techumbres despedían el humo de los hogares encendidos, indicando que allí permanecían los viejos, los chicos y las mujeres.
El primer flechazo que tiré desde las filas, y á matar, fué allá por Milne, un pedregal escocés lleno de cañadas y vericuetos. Nos mandaban Berwick y Copeland, el mismo que después hizo prisionero al rey de aquellos montañeses. Buena escuela, recluta, buena escuela es aquella para gente de guerra, y siento que antes de llevarte á Francia no hayas dado un paseo por aquellos riscos.
Salimos, pero asì por lo pesado del camino, como por el mal estado de los caballos, llegamos á las 11 con mucho trabajo á la Laguna de los Camarones Grandes, que costeamos con el ùltimo rumbo por la orilla septentrional: todo el terreno del SO es bajo y anegadizo, y tambien cortamos algunas cañadas llenas de agua.
Las primeras nieves, que nunca se endurecen, comenzaban, con el ambiente húmedo de las cañadas, a fundirse y se deslizaban por el sendero. Hullin saltó el murillo para subir la pendiente.
En muchos sitios, en vertientes de montañas, se comprueba que existen interrupciones frecuentes en las hiladas de rocas. Acá y allá encuentra tal vez el geólogo en las cañadas algunos trozos de estos terrenos, pero las capas continuas no se reanudan hasta mucho más lejos, en la vertiente opuesta. ¿Qué ha sido de los fragmentos intermedios?
No hallaba en el nuevo un solo detalle con que orientarme para reconstruir el que se había borrado en pocas horas. Arboledas, senderos, cañadas, todo había desaparecido, o debajo de la nieve, o por los engaños de la luz sin claro-obscuro; cielo, montes, valles... todo era lo mismo, a modo de descomunal cantera de sal refinada o de cal viva, en cuyo fondo estuviera yo.
Uno de sus más elevados promontorios, que sostenía tal vez en otro tiempo el templo de Apolo, lo domina ahora un monasterio de San Elías: una de sus cañadas, que recorrían las bacantes cantando Evoke en honor de Dionysos ó Baco, la habitan los monjes de San Dionisio.
Palabra del Dia
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