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Actualizado: 8 de octubre de 2025


Estas no tienen un sentido fijo y decisivo; hay quien las entiende de un modo, hay quien las entiende de otro, hay, por fin, quien no las entiende de ninguno. Estas son buenas, porque, blandas como cera, adáptanse a todas las figuras; éstas son, en fin, el alimento de toda conversación.

En esto les avisó Benina que ya tenía preparada la pitanza, y les faltó tiempo para caer sobre ella y hacer los debidos honores a la tortilla de escabeche y a las chuletas con patatas fritas. Dueño de su voluntad en todo acto que requiriese finura y buenas formas, Ponte se las compuso admirablemente con sus nervios para no dar a conocer la ferocidad de su hambre atrasada.

Comuníquele lo que ha hecho. Dígale que me he llevado a su hijo, y hágale saber que jamás debe ver... ver... otra vez al niño. Allí donde vaya éste, él no debe venir; dondequiera que me lo lleve, él no debe seguir. Basta, pues. Estoy cansada y... me queda aún mucha tarea. Y la acompañó hasta la puerta. En el umbral, la mujer se volvió. Buenas noches.

Sacrebleu, sacrebleu jura y perjura el hombre gordo y bermejo, a tiempo que se enjuga la exudación de la frente . Acércate, Nolo, que yo tengo necesidad de confiarme, y es tanto mejor de encontrar un corazón leal que de monologar. ¡Ah, mi Dios, que yo estoy cansado...! Estoy cansado de la patrona, de mi bien amada mujer. Las mujeres en mi país son ahorradoras. Yo amo a las mujeres ahorradoras, buenas manejeadoras. Pero mi mujer es ya muy demasiado ahorradora; muy demasiado, muy demasiado. Yo me encabezo en mi negocio y trabajo como un asno después de la mañana hasta la noche por ganar buena plata; pero yo amo los buenos dineros para darme buena vida y comer a mi grado. Esto es ya lo que me resta. Voil

Aunque aparentemente sana, estaba herida de incurable enfermedad. Al principio se presentó un síntoma que no acertaron a explicarse las buenas señoras: Algo decía la enferma como hormigueo en la columna medular; algo que descendía, rápido como relámpago, hacia las extremidades inferiores. En ocasiones, vértigos que duraban un instante y que dejaban a la paciente cansada y sin fuerzas.

Pero, al fin, era una fineza de su parte, y Juana desde entonces se consagró con todo empeño e interés a la tarea de casar a aquel joven que, a pesar de sus malas compañías, conservaba todavía algunas buenas cualidades. Pasó revista inmediatamente en su memoria a todas las jóvenes que conocía y que pudieran convenirle, pero en aquel momento no encontró ninguna.

Arriba De los párrocos de las inmediaciones, con ninguno había hecho Julián tan buenas migas como con don Eugenio, el de Naya.

Todo su ser moral va todavía a apoyar esas buenas razones por el terror de los castigos de la otra vida que esperan a la mujer desprovista de la égida de un marido. La pobre mujer de la antigüedad está, pues, colocada en el dilema más espantoso: un marido, o nada de dicha en la tierra, ni de reposo eterno.

Había muy buenas razones para que el guarda de la señorita Guichard ignorase la presencia de Mauricio y de Roussel en el país.

Los dueños duermen con las gallinas, el cerdo y el caballo: la miseria y el descuido de los rústicos en casi todos los países. Se le ocurre á usted que con poco dinero podría crearse allí un retiro campestre. Estas buenas gentes no deben pedir mucho, por exageradas que sean sus pretensiones.

Palabra del Dia

crocus

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