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Actualizado: 21 de mayo de 2025


Hácia un estremo de la sala, sentado y delante de una mesita donde se veían algunos papeles estaba el secretario. Su Excelencia era muy trabajador y no le gustaba perder tiempo así es que despachaba con él mientras servía de alcalde en el tresillo y en los momentos en que se daban las cartas. En el entretanto el pobre secretario bostezaba y se desesperaba.

A veces, al oír el nombre de cualquier testigo, hacía un gesto, examinaba con mirada hostil al declarante y empezaba de nuevo a acariciarse el bigote. Su abogado, un joven también, bostezaba de vez en cuando, tapándose la boca con la mano, y miraba por la ventana caer, en gruesos copos, la nieve.

Clara, por instinto, se había acercado a otra joven señora también encinta y comunicaba con ella sabias y profundas observaciones acerca del arte de fajar los infantes. Elena, la condesa de Peñarrubia y otra señora se decían ardorosamente los últimos secretos de la moda. Tristán bostezaba con la mayor elegancia hojeando un álbum de retratos.

El mayor abría los ojos, como si pudiera oír por ellos. El barón cerraba los suyos. El coronel bostezaba. Sir John se aprovechó de aquel intervalo para quitarse el lente y frotarlo con el pañuelo. Rafael se escapó al jardín para echar un cigarro. Stein tocó sin floreos ni afectación el ritornelo de Casta Diva.

Bostezaba en la Ópera, ganaba y perdía sin emoción grandes sumas al juego y no estaba contento más que sentado en el pescante de su mail, guiando cuatro caballos del Kentuki, ó á bordo de su yate de mil doscientas toneladas, un verdadero transatlántico tripulado por sesenta hombres y armado de seis cañones, con los cuales hubiera podido defenderse, pero que no le servían más que para saludar á los puertos.

El gitano bostezaba formidablemente, y esperaba la hora del suplicio con tanta impaciencia como el hombre que tiene mucho sueño y desea tenderse en su cama. Sin embargo, faltaban aún diez y siete horas. Los monjes cesaron de cantar, porque la voz se fatiga; el verdugo se levantó, porque la presión del pavimento sobre las rótulas es bastante dolorosa.

Thor, el dios brutal de la cabeza pequeña, estiraba sus bíceps, empuñando el martillo que aplasta ciudades. Wotan afilaba su lanza, que tiene el relámpago por hierro y el trueno por regatón. Odín, el del único ojo, bostezaba de gula en lo alto de su montaña, esperando á los guerreros muertos que se amontonarían alrededor de su trono.

Palabra del Dia

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