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Actualizado: 20 de mayo de 2025
Un vapor trasparente y azulado llenaba todo el espacio y descomponía y borraba los contornos de los objetos dejando en ellos únicamente el color, y á veces sólo la mancha. Allá en los rincones del valle todavía se observaban algunos jirones de niebla, algunos pedazos blancos de muselina que no consiguieron levantarse y que se movían temblorosos entre el amarillo follaje de los árboles.
Pero luego, al verse solo, una frialdad egoísta borraba estos sentimientos. La guerra era la guerra, y los otros la habían buscado. Francia debía defenderse, y cuantos más enemigos cayesen, mejor... Lo único que debía interesarle á él era Julio. Y su fe en los destinos del hijo le hizo experimentar una alegría brutal, una satisfacción de padre cariñoso hasta la ferocidad.
Pero Isidora, sin poder entender sus palabras, temblaba de espanto al oírlas. Luego se borraba el niño del campo de los sueños, y aparecía Joaquín en mitad de una orgía, ebrio de felicidad y de Champagne. Por delante de la mesa se paseaba una sombra andrajosa: era ella, Isidora. Todos la miraban y prorrumpían en carcajadas. Ella se reía también; pero, ¡cosa rara!, se reía de hambre.
¡Oh! ¡Más fácil es descifrar el misterio de los rumores del océano y los secretos de la brisa, que los vagos pensamientos que oculta la frente de una niña! La mar quería entregarse otra vez al sueño. Las crestas de sus olas ya no blanqueaban a lo lejos con su corona de espumas. El horizonte replegaba su línea indecisa que se borraba en la sombra de la tarde.
Salían en grupos las mujeres: las viejas vestidas de negro, esparciendo el interno olor de sus innumerables zagalejos y faldas; las jóvenes erguidas en su estrecho corsé, que les aplastaba los pechos y borraba las curvas salientes de las caderas, ostentando con nobiliario orgullo, sobre el pañuelo multicolor, las cadenas de oro y los enormes crucifijos.
Varias veces, con su antigua audacia intentó aproximarse a Manolita para reanudar sus relaciones de amistad, buscando un final más íntimo; pero la hija del Fraile era vengativa: no se borraba fácilmente de su memoria el recuerdo de una infidelidad, y acogió siempre al médico con una frialdad burlona.
El mozo era por su traza un andalucito muy agraciado, si bien con un no sé qué de peregrino, que borraba de su fisonomía, de su ademán y de sus movimientos toda huella de vulgaridad, dándole distinción y atrayendo hacia él las miradas curiosas de cuantos sujetos gustan de lo que no se tiene a todo pasto ni se encuentra al revolver de una esquina.
Palabra del Dia
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