Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !
Actualizado: 5 de mayo de 2025
Dominan a estos pueblecitos montañas incultas que se extienden en rápidas pendientes formando como unas praderas blanquecinas. Coronan estas montañas grandes moles de piedra que surgen de la tierra, y cuyas cúspides dentelladas aseméjanse a las ruinas de antiguas viviendas feudales.
Contemplando el oleaje de cepas que cubría las pendientes blanquecinas, el rico cosechero admiraba la fertilidad de su finca, atribuyéndola modestamente a la protección de Dios. Algunas manchas yermas extendían su trágica desolación entre el follaje de los pámpanos. Eran los rastros de la filoxera que había arruinado a medio Jerez.
Pero el calor creciente les hizo presto abandonar aquél por la sombra de los corredores. El día avanzaba igual a los precedentes de todo ese mes; seco, límpido, con catorce horas de sol calcinante que parecía mantener en fusión el cielo, y que en un instante resquebrajaba la tierra mojada en costras blanquecinas. Míster Jones fué a la chacra, miró el trabajo del día anterior y retornó al rancho.
A la sazón, sus orejas parecían de cera, sus labios apenas cortaban, con una línea de rosa apagado, la amarillez de la barbilla, sus venas azuladas se señalaban bajo la piel, y sus encías, blanquecinas y flácidas, daban color de marfil antiguo a los ralos dientes.
En cierto paraje del camino donde había tres enormes piedras blanquecinas y carcomidas que parecían huesos de gigantescos animales, el doctor se sentó, y poniendo delante de sí en pie a la Nela, como quien va a pedir cuentas de travesuras graves, tomole ambas manos y seriamente le dijo: ¿Qué ibas a hacer allí? ¿Yo... dónde? Allí. Bien comprendes lo que quiero decirte.
Pasaban gran parte del día pegados a ella, explorando el largo corredor alfombrado de rojo, con grandes intervalos de sombra y manchas blanquecinas de eléctrica luz. Las puertas de los camarotes de primera clase se abrían a ambos lados de este pasadizo, que a ellos les parecía interminable y magnífico, como un bulevar habitado por millonarios.
Un cuadro de coles, otro de cebollas, el fresal polvoroso, hollado por los pies de todo el mundo; los olmos bajos y achaparrados, los acirates llenos de blanquecinas ortigas, el pozo triste con su rechinante polea; mas estaban allí la juventud y el amor para hermosear tan pobre edén. Sonrió la muchacha posando blandamente en Baltasar sus abultados ojos negros.
Febrer veía saltar sobre las oquedades del gran peñón gris, sombreadas por el verde de las sabinas y los pinos marítimos, unos puntos de color, semejantes a pulgas rojas o blanquecinas, de incesante movilidad.
Palabra del Dia
Otros Mirando