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Actualizado: 1 de mayo de 2025
El buen paso, el regalo y el reposo, allá se inventó para los blandos cortesanos; mas el trabajo, la inquietud y las armas sólo se inventaron e hicieron para aquellos que el mundo llama caballeros andantes, de los cuales yo, aunque indigno, soy el menor de todos.
Oye, Luisita: nada hay más duro que una piedra; nada hay más blando que una gota de agua; pues bien: la gota de agua acaba por ablandar a la piedra. No seas roca, aunque tengas razón para ello, sino gota de agua, y acabarás por vencer. Nada de ira, nada de altercados y peleas. No es de hierro la mejor cadena, sino aquella que forman los blandos eslabones de nuestros brazos.
La frase tenía un segundo miembro. Bien podría creerse que un alma dolorida preguntaba por su destino desde el hueco de una tumba, y que una voz celestial contestaba desde las nubes con acentos de paz y esperanza. Descansaba el motivo sobre blandos acordes, y este fondo armónico tenía cierta elasticidad vaga que sopesaba muellemente la frase melódica.
Hay en el agua una nota de tonos arrulladores, cual si pregonase amores el líquido que borbota; y por la atmósfera flota una humedad impalpable, cuyo vaho imponderable exhala en sus blandos giros los sofocados suspiros de la cavidad ignota.
Y, sin embargo, es natural que un preso trate de fugarse. Es natural, pero eso nos produce muchas molestias. Por eso no somos blandos con los que tratan de abandonarnos. El solitario, metido en su capuchón, daba vueltas y vueltas.
Por ejemplo: el pobre obrero se rompe el espinazo trabajando, duerme en una mala cama, come un mal puchero, no tiene en su casa más que una silla dura en que sentarse, mientras estos tíos..., estos tíos, por no decir otra cosa, sin coger una herramienta en la mano, ni ocuparse de nada, pisan alfombras, comen de lo fino, beben y se recuestan en muebles blandos, que ellos no saben fabricar».
Garmendia, el farmacéutico, atribuye la formación de Lúzaro casi exclusivamente al río, que fué, dice él, abriéndose paso lentamente, disgregando los terrenos blandos hasta salir al mar.
Los obstáculos resultaban blandos, todo se arreglaba con prodigiosa facilidad; los hombres podían caminar á saltos. Pero horas después, cuando su pensamiento quedó limpio de nubes seductoras, sintió miedo acordándose de su padre. ¿Cómo le recibiría al verle llegar?... ¿Qué excusa darle de su presencia en Nápoles?... Tembló evocando la imagen de su ceño fruncido y sus ojos irritados.
El rey le daba audiencia, y hacía como que le tomaba consejo; pero luego entraba Sepúlveda, con sus pies blandos y sus ojos de zorra, a traer los recados de los que mandaban los galeones, Y lo que se hacía de verdad era lo que decía Sepúlveda.
Durara aún la homilía, acompañada de blandos golpecitos en los hombros, a no interrumpirla la trepidación del tren, brusca como la realidad. Produjose confusión momentánea. Se apresuró el novio a despedirse de todo el mundo con cierta llaneza cordial, donde ojos expertos podían advertir matices de afectación y superioridad protectora.
Palabra del Dia
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