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¡Mamá, no sabes lo que han hecho en mi cuarto esos chicos! profirió Eulalia con trabajo y dispuesta a sollozar. ¡Todo lo han revuelto y estropeado!... ¡Los polvos de los dientes llenos de agua!... ¡Los frascos de esencia abiertos y menos de mediados!... ¡El jabón hecho una repla!... ¡Los cepillos de dientes por el suelo!... ¡La esponja llena de porquería!... ¡La colcha de mi cama llena de betún!

En mi calidad de viejo marino, me abstuve por completo y di mis poderes al abate Mazdel, que, en un traje ligerísimo y con unos enormes bigotes pintados con betún, se debatía denodadamente contra los infinitos agresores que lo cubrían de agua y harina. El comandante no puede recuperar el mando del buque hasta el momento en que hace dar la campana la señal de haber terminado la fiesta.

No faltan allí en verdad reliquias de grandes construcciones, y cuando otra cosa no hubiera, bastaria un soberbio ramal de acueducto que sale del costado de oriente de la indicada plaza en direccion S-E., todo revestido interiormente de durísima costra de betun liso y bruñido como escayola, para persuadirse de la gran probabilidad de poder exhumar en este parage muchos tesoros del arte.

Pronto se vieron lágrimas resbalando sobre el betún, llanto que al punto se volvía negro. «Te voy a matar, grandísimo pillo, ladrón...». Estos son los condenados charoles que usa la señá Nicanora. Pero, ¡re Dios!, señá Nicanora, ¿para qué deja usté que las criaturas...?». Una de las mujeres que más alborotaban se aplacó al ver a las dos damas.

10 Y el valle de Sidim estaba lleno de pozos de betún; y huyeron el rey de Sodoma y el de Gomorra, y cayeron allí; y los demás huyeron al monte. 11 Y tomaron toda la hacienda de Sodoma y de Gomorra, y todas sus vituallas, y se fueron. 12 Tomaron también a Lot, hijo del hermano de Abram, que moraba en Sodoma, y a su hacienda, y se fueron porque él moraba en Sodoma.

Sus manos chorreaban betún, y en el traje se habían limpiado las suyas asquerosísimas los otros muchachos. El Pitusín tenía el cabello negro. Sus labios rojos sobre aquel chapapote superaban al coral más puro. Los dientecillos le brillaban cual si fueran de cristal.

Un día hubo de decirle a Papitos, porque no le había limpiado las botas: «Vaya con la chiquilla esta... ¡Verás !». Y al salir de la casa sintió tal pena de haberse expresado con displicencia y ardor, que le faltaba poco para derramar una lágrima. «¡Cuándo se me quitará esta costumbre viciosa de ultrajar a los humildes!... ¿Qué más da que estén las botas con o sin betún?

Más acá esparcíanse, por la línea irregular del horizonte, grupos apretados de luces o rosarios de llamas sueltas, como si la tierra fuese una laguna de betún que reflejase los astros sombríamente. El Mosco extendió el brazo con la seguridad de un experto conocedor del nocturno paisaje. Las luces más cercanas eran de Bellavistas y las Carolinas; las otras de Chamartín y Tetuán.