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Los desgraciados murciélagos, que nos parecen topos o ratones voladores, son aborrecidos y perseguidos cruelmente en todas partes sin motivo alguno, no más que por superstición estúpida. Se les cree espíritus de las tinieblas, se dice que de noche se beben el aceite de las lámparas, y se cuentan otras mil patrañas sobre ellos.

Por ejemplo: el pobre obrero se rompe el espinazo trabajando, duerme en una mala cama, come un mal puchero, no tiene en su casa más que una silla dura en que sentarse, mientras estos tíos..., estos tíos, por no decir otra cosa, sin coger una herramienta en la mano, ni ocuparse de nada, pisan alfombras, comen de lo fino, beben y se recuestan en muebles blandos, que ellos no saben fabricar».

Los administradores y los curas, no ocupándose mas que de sus intereses particulares, abandonan todos sus derechos de autoridad á estos orgullosos caciques, que no tienen el menor escrúpulo en abusar de ella á su antojo; y como hoy en dia ni la religion, ni las costumbres severas de los Jesuitas ponen freno á sus desarreglos, beben continuamente la chicha de maiz hasta embriagarse, administrando entónces la justicia segun sus caprichos.

No beben vino ni prueban puerco, para distinguirse de nosotros, y, a puerta cerrada, observan su cuaresma y todos los ritos de su secta diabólica. Yo he visto en el fondo de sus casas, en Andalucía, baños de mármol o azulejos, donde los hombres se sumergen y perfuman como rameras, según su costumbre infiel y lasciva.

Muchos ingleses no beben más que agua, y, según me han dicho, ya no es elegante, después de comer, que las señoras se vayan a charlar a un salón, mientras los hombres se quedan bebiendo, hasta que los criados se toman el trabajo de sacarlos de bajo de la mesa. Ya no necesitan por la noche, como gorro de dormir, un par de botellas de Jerez que costaban un buen puñado de chelines.

¿Y no sabes observó D.ª María, sin poder disimular su indignación que las personas de buena crianza no beben sino poquito? Es verdad; pero aquel vino tenía un saborcillo que me gustaba, y los franceses se reían mucho conmigo. Todos iban a verme, llamándome le petit espagnol. Lo cual quiere decir el pequeño español dijo D. Paco.

Su oficio es abrir cada año estas tristes moradas, cubrir y limpiar estos esqueletos, echando entonces en ellas algunas vasijas de chicha que hacen, y de que beben á la buena salud de los difuntos. Estas sepulturas no son siempre muy distantes de sus ordinarias habitaciones: colocan alrededor de ellas los esqueletos de sus caballos muertos, en pié, apuntalados ó sostenidos con palos.

Al llegar al último tramo, ella estrechó también la mano de Morsamor; y de su fresca boca, que a él pareció cáliz de perlas y rubíes, colmado del aroma y del néctar que aspiran y beben los inmortales, salieron en voz baja y suave estas dulces palabras: Me has salvado la vida. Tómala si lo deseas. Eres su dueño.

Un periódico, y no por cierto un periódico aliadófilo, hablando del destrozo de Alemania, decía: «Es inútil que los alemanes pretendan protestar. ¡Que lloren como mujeres lo que no han sabido defender como hombres!...» Parece, sin embargo, que los alemanes no lloran como mujeres lo que no han sabido defender como hombres. Antes bien, lo bailan, lo cantan y lo beben con gran regocijo.

Actualmente el uso inmoderado de los licores fuertes, tales como el aguardiente, que en las festividades religiosas beben con demasía, trae consigo la ruina pecuniaria de los indígenas, el grandísimo deterioro de su salud, y, como consecuencia indispensable, el desarreglo en las costumbres.