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Actualizado: 3 de junio de 2025


Mientras que yo admiraba los pormenores más minuciosos de este cuadro maestro, mi mujer volvió los ojos al otro lienzo de pared, decorado por una pintura que representa á un hombre muerto, abandonado en un campo de batalla. ¡Qué solemnidad! ¡Qué grandeza! ¡Qué poesía! ¡Qué espíritu!

Otras veces, los que eran más brutales en su batalla con el hambre, si conseguían matar a pedradas en el campo un cuervo o algún otro pajarraco de rapiña, conducíanlo en triunfo al cortijo y lo guisaban, celebrando con una risa de desesperados este banquete extraordinario. Los hombres empezaban de pequeños el aprendizaje de la fatiga aplastante, del hambre engañada.

... el lado izquierdo... poca cosa.... Cuando mejore, seguiré mi camino, y hallado el sitio más a propósito.... Ven conmigo, y yo te aseguro que encontraremos juntos el mejor sitio para esa batalla. Esto decía cuando empezó a llover.

Asomóse el capitán al borde, y cuando quise alzar la voz para hablarle, puedo decir que me la turbó y suspendió y cortó en la mitad del camino un espantoso trueno que formó el disparar de un tiro de artillería de la nave de fuera, en señal de que desafiaba a la batalla al navío de tierra.

Desde que llegó la carta de Serafina fue la existencia de Bonis de lucha continua consigo mismo; una batalla perenne, como tantas otras que se había dado a propio, siempre derrotado.

4 No hay en enojo. ¿Quién pondrá contra en batalla espinas y cardos? Yo los hollaré, los quemaré juntamente. Haga conmigo paz, , haga paz conmigo. 7 ¿Acaso ha sido herido como quien lo hirió? ¿O ha sido muerto como los que lo mataron? 8 Con medida la castigarás en sus vástagos.

Por eso cuando, leída la carta, alcé los ojos, vi delante de las primeras filas de caballería algunas masas de tropa escoltando los seis cañones de la carretera, cuyo fuego certero y terrible había sido el nudo gordiano de la batalla.

Me ha parecido curioso estudiar esa época, ya muy brumosa, en la que «Mi Dios y mi Dama» era el grito de los infanzones que iban a la batalla con una cruz en la mano y los colores de la señora de sus pensamientos en el corazón. Eso difiere un poco de nuestros jóvenes modernos, que no han conservado, evidentemente, esas nobles maneras.

Desde el momento en que se trate de aplicar a la vida real sus ideales, se hundirá por su propio peso y caerá hecho polvo. Diciembre. La guerra sigue. La Restauración toca a las puertas de la patria con el aldabón de Sagunto. Asombro. La Restauración viene sin batalla, como había venido la República.

En opinión de doña María, Tomasito era un buen chico y merecía algo más que el pobre cuidado que de ella podía esperar. ¡Gracias, señora, gracias! dijo la forastera, sonrojándose aún a través de los afeites, que Red-Gulch llamaba maliciosamente su «pintura de batalla», y procurando en su confusión arrastrar el largo banco más cerca de la maestra. Le doy a usted las más cumplidas gracias.

Palabra del Dia

consolándole

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