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Os juro por la cabeza de Hércules, de Júpiter, de Venus, de Baco, de Afrodita, que todos nosotros... En fin, ya me comprendéis, ¿verdad? ¡Señores romanos de la antigüedad, al asalto! CLEOPATRA. Ahora iremos a dar un paseíto. ESCIPIÓN. ¡Todo lo que queráis, señoras! ¡Señores romanos de la antigüedad, adelante! ¡Un, dos! ¡Un, dos! ¡No todos a una! ¡Cada cual cuando le toque!

Día hubo en que viajaba con Baco, Anita, recorriendo la India, o bien navegando en el barco prodigioso de cuyo mástil floreciente pendían racimos y retorcidos tallos, y tuvo que saltar de repente a la prosaica orilla del Soto, llamada por la voz del ex-regente que gritaba: ¡Pero muchacha, que te están comiendo el cebo!

El médico, hombre de conciencia y amigo de la verdad, creyó cumplir un deber dando cuenta de sus observaciones al Prior del convento, que tal vez y sin tal vez era en la casa el menos devoto de Baco, hasta el punto de que solía bautizar su vino, con grave escándalo de la comunidad, partidaria del vino moro y aborrecedora de las mezclas.

Y asimismo se le a de acudir con los demás emolumentos que tienen los dhos Barberos de mi Cámara. Esta rubricado por el Rey. En M.d a 9 de Febrero 1629. Al Bureo. Felipe IV. Casa. Pago de «Los borrachos» y otras obras. Diego Velázquez, pintor, cargo de cuatrocientos ducados en plata. Los trescientos a cuenta de sus obras y los ciento por la de una pintura de Baco que hizo para servicio de S. Magd.

Por el contrario, en La fragua de Vulcano, sin llegar a la desenfadada burla hecha de Baco en Los borrachos, la situación aparece dispuesta con cierta graciosísima ironía muy andaluza y poco respetuosa para los dioses inmortales.

Baco se resigna á tener su imperio en las tinieblas subterráneas, consolándose con la seguridad de que ese imperio es universal. Puede asegurarse que, después de París, Burdeos es la más hermosa y espléndida capital de Francia, como es tambien una de las mas bellas de Europa.

Obsérvese que, según lo copiado, Baco imitaba estar desnudo, cabalgaba sobre un tonel, iba coronado de hojas de parra y le acompañaban ocho ganapanes. Lo mismo sucede en el cuadro de Los Borrachos, donde las figuras también son nueve, Baco esta en cueros vivos, montado en un barril, ceñidas las sienes de verdes pámpanos. Convengamos en que para coincidencias son muchas.

Y reprobamos las danzas públicas de mujeres, causa de mucho daño y perjuicio, y las de hombres ó mujeres, que se celebraban entre los griegos en alabanza de sus falsos dioses, antigua costumbre contraria á la vida de los cristianos; y mandamos que ninguna mujer se disfrace de hombre ni al contrario, ni que se pongan máscaras cómicas, trágicas ó satíricas, ni que aclamen al abominable Baco al pisar la uva en los lagares ni al llenar de vino los odres; ni, por último, que arrastrados de su muy vana ignorancia, den furiosas carreras

El alférez dijo, a su vez: ¡per Baco: la gallarda!, y, tomando la mano de Beatriz, interpuso entre sus dedos y los de ella un pañizuelo perfumado. Dieron cinco pasos y después los perdieron. Los instrumentos sonaban con anticuada languidez y el lucido soldado conducía majestuosamente a la niña con la pompa señoril de aquella danza de los abuelos.

Baltasar, desde los tiempos en que vivió asilado en San Francisco, se había entregado con pasión al culto de Baco, y es fama que labró sus mejores efigies en completo estado de embriaguez. Hace poco leí un magnífico artículo sobre Edgardo Poe y Alfredo de Musset, titulado El alcoholismo en literatura. Baltasar puede dar tema para otro escrito que titularíamos El alcoholismo en las bellas artes.