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Un singular incidente, ha cambiado en aversión decidida la atracción casi irresistible que me llevaba hacia ella y con la que luchaba en el secreto de mi conciencia. Durante mis querellas con Luciana había yo llegado a preguntarme si la sencillez de Elena, su modestia, su seriedad y hasta el fervor de su cándida devoción, convendrían mejor a mi vida laboriosa que la belleza brillante de Luciana.

Estos elogios prematuros le perdieron. El artista cuyos límites se perciben pronto encuentra fácil y llano el camino: las puertas se le abren, las bocas le sonríen. Mas ¡ay! aquel cuyo alcance no se mide de golpe eternamente tropezará con la desconfianza y la aversión de sus émulos.

Otro efecto de su ardiente celo religioso era la aversión que le inspiraban los hombres, en quienes veía otras tantas encarnaciones del espíritu maligno y añagazas del pecado. Su castidad arisca se sublevaba á la menor insinuación, se ofendía de una simple sonrisa.

Yo experimentaba profunda aversión hacia las casas y ciudades, que, según vamos viendo en nuestra graciosa época, sólo sirven para que se luzcan y diviertan los artilleros destruyéndolas. Yo detestaba cordialmente la sociedad de los hombres de hoy compuesta de multitud de casacas que hacen cortesías, y dentro de las cuales suele haber la persona de un hombre.

Todo esto lo ejecutaba con tan perfecta sutileza, que el ministro, aunque constantemente con una vaga percepción de que algo maligno le estaba vigilando, nunca pudo darse cuenta exacta de su verdadera naturaleza. Es cierto que miraba con duda y temor, y aun á veces con espanto é intensa aversión, al viejo médico.

El alma simple de la buena señora aceptaba la sabiduría como cosa útil, ya que la humanidad se regía por ella, concediéndola grandes honores; más allá, en el fondo de su ánimo, sentía aversión y desconfianza, mirándola como arma útil para defenderse de los males del mundo, pero que encerraba en su seno un peligro de muerte.

»No obstante su respeto por aquella recomendación sagrada, y sobre todo su timidez natural, aumentada aún por el carácter despótico e impetuoso de aquel hombre, la imponían una especie de sumisión, soportando pacientemente sus impertinencias y disimulando en parte la aversión que le inspiraba.

En cuanto a ella, la decisión de su amigo de la infancia, la turbó un poco. No comprendía cómo la permanencia en Etretat no le era agradable. Pero, sin indagar más allá, no vio en esto más que la aversión del joven hacia la vida social.

La aversión, la repulsión eran como un sedimento que al fin de la lucha debía quedar en el fondo para descomponerse al cabo y desaparecer, sirviendo sus elementos para alimentar la admiración y el respeto hacia la misma amiga bienhechora.

Seguidamente tomó la escalera y se dirigió al cuarto del P. Gil. Josefa la miró subir con aversión y desconfianza. Preguntar si estaba en casa y luego decir que la aguardaba era una contradicción manifiesta. Por esto y por la curiosidad natural la siguió a los pocos momentos. Bailándole de gozo el corazón, Obdulia se acercó a la puerta del gabinete y miró por el agujero de la cerradura.