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Actualizado: 29 de noviembre de 2025
Los que han conocido, después al fastuoso Esteven, tan formalote y estirado, de una gravedad de campana mayor que toca a muerto, creerán que es pura invención y fantasía esta aventura de sus mocedades; pero no es así, sino verdad incontestable, que el señor Esteven tuvo sus veinte años, y sufrió las agonías del amor y los dolores del hambre, como cualquier mortal, y arrastrado e impulsado por estas dos invencibles fuerzas, quiso apoderarse por la violencia, y se apoderó, en efecto, de lo que de grado se le negaba. ¿Cómo?
Ahora será fácil comprender la importancia que tiene la elección del vapor en que se debe tentar la aventura. Se necesita un buque de poco calado, para no vararse, y de mucha fuerza para vencer los chorros. El Victoria tenía todas esas condiciones, pero... El que salía el 24, era nada menos que el Antioquía, el barco más pesado, más grande y de mayor calado que hay en el río.
El visorrey, creyendo sería alguna nueva aventura fabricada por don Antonio Moreno, o por otro algún caballero de la ciudad, salió luego a la playa con don Antonio y con otros muchos caballeros que le acompañaban, a tiempo cuando don Quijote volvía las riendas a Rocinante para tomar del campo lo necesario.
Salió del serrallo de Zadig habiendo recibido espléndidos regalos, y fué á contar esta aventura á la envidiosa, que era su íntima amiga, la qual quedó penetrada de dolor por la preferencia.
La comida fué mala, muy mala para nuestro gusto; pero una circunstancia la salvó: estaba embellecida por la amistad, por la franqueza decorosa y por la buena fe. Entre los diferentes sucesos que referimos al anciano, no omitió mi mujer la aventura de los tres platos de carne, de las tres sopas, de las tres legumbres y de los tres postres.
Viendo, pues, don Quijote que ya Rocinante se movía, lo tuvo a buena señal, y creyó que lo era de que acometiese aquella temerosa aventura. Acabó en esto de descubrirse el alba y de parecer distintamente las cosas, y vio don Quijote que estaba entre unos árboles altos, que ellos eran castaños, que hacen la sombra muy escura.
Y pasada la embriaguez, lo repelía furiosa por sus asiduidades, extrañada de su insistencia, igual que un señor que se viese perseguido por una compañera de media hora, como si el encuentro fortuito y mercenario pudiese conferir derechos. ¡Ah, miserable! ¡Con qué risa cruel y dolorosa reiría Teri si pudiese conocer esta aventura grotesca! ¡El hombre en el que creían ver sus ojos de amorosa todas las perfecciones, tratado lo mismo que un objeto que se alquila!... Y le dolió más la posibilidad de esta burla desesperada que el imaginarse a Teri entre lamentos y lágrimas.
Y vámonos a comer, que creo que ya estos señores nos aguardan. Capítulo XLIV. Cómo Sancho Panza fue llevado al gobierno, y de la estraña aventura que en el castillo sucedió a don Quijote
El doctor, valiéndose de sus amistades con directores errantes y empresarios de aventura, lanzó a su hija, y Leonora comenzó a cantar en los teatrillos municipales de los pueblos del Milanesado, en las representaciones por dos o tres noches organizadas con motivo de las ferias.
Durante la comida, á la cual asistía el señor de Bevallan, habló de nuestra excursión; como para quitarle todo misterio, lanzó de pasada algunas zumbas á propósito de los amantes de la Naturaleza, y terminó contando la mal aventura de Mervyn, pero suprimió de este último episodio toda la parte que me concernía.
Palabra del Dia
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