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Actualizado: 21 de junio de 2025
Era una patrulla de «colorados». El jefe habló con el mayoral. «¿Qué llevas ahí?» Y al saber que no llevaba otro pasajero que un pobre muchacho español, algunos jinetes avanzaron su cabeza por las ventanillas. «¡Ah, galleguito; «blanco» de mier... coles! ¡Déjate crecer el pelo para que te cortemos mejor la cabeza cuando seas grande!...» Lo decían riendo; pero yo, que sólo tenía trece años, me acurruqué en un rincón y deseaba meterme debajo del asiento.
Ella bajaba la frente sin saber qué contestar, y su turbación era tal, que no hizo el menor movimiento cuando el brazo de Miguel dejó de apoyarse en el suyo para ceñir su talle. Así avanzaron, estrechamente ligados, formando un solo cuerpo, dando paso tras paso instintivamente, sin saber hacia dónde marchaban.
La mujer agasajó el pañuelo lleno de castañas, como para calentarse las manos con él.... Avanzaron.... desaparecieron por una puerta. Salvador se sintió estremecer de desesperación y envidia.
Apenas avanzaron algunos pasos por una larga galería, el empleado que vigilaba esta sección dio una voz, y un muchacho descalzo, con ligereza de diablillo, saltó de puerta en puerta, descorriendo con gran estrépito los cerrojos. En la entrada de cada celda apareció un niño, cuadrándose con militar rigidez. Se examinaban con miradas oblicuas unos a otros, apretando los labios para sofocar la risa.
Reforzáronse también los enemigos, y desplegando nueva línea con gente de reserva, avanzaron a la bayoneta, pujantes, aterradores, irresistibles. ¡Momento de incomparable horror! Figurábaseme ver a dos monstruos que se baten, mordiéndose con rabia, igualmente fuertes, y que hallan en sus heridas, en vez de cansancio y muerte, nueva cólera para seguir luchando.
Abandonando toda precaución, avanzaron como un torrente impetuoso, dando gritos horribles y arrojando sus azagayas, sus hachas y sus bomerang. No era ya posible detenerlos: para ello hubiera sido preciso un cañón cargado de metralla. Cornelio y Hans descargaron una vez más sus fusiles, y después huyeron, confiando su salvación a sus piernas.
Tranquilizados por la seguridad de que estaban en comunicación con el yate, avanzaron á lo largo de los arrecifes para alejarse de la zona peligrosa y poner el mayor espacio posible entre ellos y sus perseguidores probables. Se encontraban entonces en las rocas. Una especie de promontorio avanzaba en el agua, formando una lengua de coral golpeada por todas partes por las olas.
Y á dos palabras que dije se levantó Pou, el cacique y tras él sus vasallos; llegados á una empalizada pusieron á punto los arcos y las flechas; de aquí paso á paso, en profundo silencio, por no ser descubiertos antes de tiempo, avanzaron por fin.»
Durante media hora avanzaron entre bosques; luego salieron á inmensas llanuras cultivadas, y pudo ver cómo se iba desarrollando delante de él, á una gran distancia, la vanguardia de su cortejo, compuesta de máquinas rodantes y pelotones de jinetes. A su espalda levantaban una segunda nube de polvo las tropas de retaguardia, encargadas de contener á los curiosos.
Por fortuna estos excesos se fueron corrigiendo según avanzaron los ensayos; el primer actor sacó al fin las manos de los bolsillos; la primera dama cesó de engullir bombones y se alzó de la butaca; el barba deshizo el embozo de la capa. Sólo el galán joven persistió cínicamente en hablar al oído a la dama joven y en provocar su risa y en reír él mismo de haberla provocado.
Palabra del Dia
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