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Resulta tan enorme la producción novelesca de los últimos cien años y tan diversas las actividades de sus novelistas, que autores y público viven ahora como desorientados. Es casi imposible encontrar un camino virgen de huellas. Cuando el novelista cree seguir un sendero completamente inexplorado, se entera á los pocos pasos de que otros avanzaron por el mismo sitio antes que él.

Súbito apareció en la puerta de la sala Clementina seguida de Osorio, de Mariana y de Calderón. Los cuatro traían el semblante inquieto y asustado. Sus ojos se clavaron a la vez en Salabert, hacia el cual avanzaron precipitadamente. Papá, escucha una palabra le dijo Clementina. Salabert se destacó del grupo y fué a reunirse con los otros en el opuesto rincón.

Al ponerse la luna, en lo mas intempestivo de la noche, marcharon contra el pago de los Portugueses, avanzaron á cuatro casas, mataron dos negros, habièndose escapado en el bosque inmediato dos portugueses con sus mugeres, los que de allí fueron á la fortaleza á dar noticia del enemigo que los acometia: tambien quitaron al enemigo una partida de caballos que pasteaban en aquel mismo lugar, quedando muerto un Lorenzista.

Eran un puñado de hombres contra un ejército; pero no cabían vacilaciones en aquellos momentos. El Capitán y los suyos avanzaron descargando los fusiles contra las espesas filas de los asaltantes, mientras el piloto, que se había quedado solo, disparaba la lantaca, sembrando la muerte con una granizada de hierro y de plomo. De pronto, los antropófagos se detuvieron en su formidable asalto.

No apartaban los ojos de su hermana, mientras creciente sensación de gula bestial iba cambiando cada línea de sus rostros. Lentamente avanzaron hacia el cerco. La pequeña, que habiendo logrado calzar el pie, iba ya a montar a horcajadas y a caerse del otro lado, seguramente, sintióse cogida de la pierna. Debajo de ella, los ocho ojos clavados en los suyos le dieron miedo.

Estas vacas y estas ovejas que puedo matar y comer las trajeron ellos también. La galleta que me llevo a la boca procede del trigo que ellos sembraron los primeros». Y no podía moverme en mi pobreza sin encontrar que las pocas comodidades que me rodeaban las debía a los atrevidos españoles que avanzaron y murieron en el desierto para que un día pudiese yo avanzar a mi vez.