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Actualizado: 27 de junio de 2025


Al pasear por Barcelona, miró con ojos provocativos á cuantos transeúntes le parecieron alemanes. Se unió á la acometividad de su carácter una indignación de propietario que se ve atropellado dentro de su casa. Los tres tiros eran para él, y él era un español y los boches se atrevían á atacarlo en su propia tierra. ¡Qué audacia!...

No, señorita... no le ha atropellado ningún coche. Se ha perdido. ¡Búsquenlo ustedes! ¡búsquenlo! gritó a su vez Mario desesperadamente. Hace tres horas que lo estamos buscando, señorito respondió Encarnación rompiendo a sollozar. Vicenta explicó el caso. Su compañera no acertaba a hablar. Ambas habían ido con el niño al Retiro, permaneciendo allí toda la tarde.

Basilio le oyó bajar las escaleras con paso desigual, atropellado; oyó un grito ahogado, grito que parecía anunciar la llegada de la muerte, profundo, supremo, lúgubre, tanto que el joven se levantó de su silla, pálido y tembloroso, pero oyó los pasos que se perdían y la puerta de la calle que se cerraba con estrépito. ¡Pobre señor! murmuró, y sus ojos se llenaron de lágrimas.

El centro de la Cité necesita verse para llegar á comprender la posibilidad de un movimiento tan enorme: millares de carruajes cubren el suelo en todas direcciones, es imposible cruzar de un lado de la calle á otro; solo marchando con estraordinaria precaucion se libra uno de ser atropellado; no por la torpeza de los cocheros, que sea dicho con verdad tienen mas destreza que en parte alguna, sino por el increible número de coches que en círculo y en confuso torbellino se confunden y aprietan.

iv La única visita que recibían era la de Feliciana y Olmedo. Ni una ni otro agradaban mucho a Maximiliano: ella por ser ordinaria y de sentimientos innobles, incapaz de apetecer la honradez como estado permanente; él por ser muy atropellado, muy hablador, muy amigo de contar cuentos sucios y de decir palabras indecentes.

El calor sofocante, el polvo cáustico, el infernal estrépito de los carruajes, el peligro de ser por ellos atropellado, los pillos callejeros y algunos otros mercaderes, el rescoldo de las bebidas, el veneno de los estancos, la brutalidad de los cocheros, el vandalismo de los revendedores, la inhospitalidad de todo el mundo, el materialismo, la usura de la civilización: éstas son para las únicas verdades de la corte

Salió de su abstracción y á paso lento, siguiendo su paseo, se dirigió hacia la Celle-Saint-Cloud. Fortunato se estremeció. ¿Se habría engañado? ¿Sería capaz Mauricio de tanto disimulo? ¡Qué! ¿iría á casa de la señorita Guichard? ¡No! imposible. Y, sin embargo, tomaba una dirección nada dudosa hacia una plazoleta en la que desembocaba la callejuela donde el joven había sido atropellado.

Palabra del Dia

rigoleto

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