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Actualizado: 9 de junio de 2025


Apenas salió don Andrés, Juanita abrió la puerta de su alcoba, donde, como en chiquero, había estado doña Inés encerrada. Salió esta de allí algo atontada y muda de espanto. Salió igualmente muy mansa y muy benigna, y aunque perdidas sus ilusiones respecto al misticismo de Juanita, casi tan prendada ahora de su patente bizarría como antes de su misticismo, ya convertido en humo.

Atontada, sin lágrimas, con los ojos inmóviles, alejaba a todos sus parientes, incluso a su padre, y sólo permitía que estuviese a su lado Franz Maas. Este le demostró una amistad leal, alejando a los extraños de la casa, y encargándose de arreglar el asunto con las autoridades. Poco faltó para que, a causa de las insinuaciones ambiguas de David, se entablase un juicio contra ella.

Me vi presa, juzgada, condenada y un terror invencible se apoderó de . No tuve ya más que un pensamiento, huir á la suerte que me esperaba, y sin pensar en lo que hacía, sin vestirme, en zapatillas, me lancé á la escalera y eché á correr. Estaba ya en el entresuelo, cuando una mano me detuvo y una voz me dijo bruscamente. ¿Dónde va usted así, Lea? Permanecí como atontada y sin responder.

Hizo un ligero gesto de susto, al ver el cuaderno en las manos de Carmen; luego se llevó las manos a la cabeza como atontada por un golpe. Adriana levantándose, caminó hacia ella, acercó su cara dolorida a la cara pálida de Laura y la abrazó con desatinada vehemencia, sacudida por los sollozos. Parecían querer fundirse la una en la otra, para formar o un mismo amor o una misma desolación.

La niña de Luzmela alzó los ojos de la carta y paseó por el cuarto una sonrisa estúpida, que fué a posarse como una mariposa atontada sobre el Niño Jesús lastimado, erguido en su rinconera. Se quedó Carmen mirándole como si nunca le hubiera visto...; ¡qué feo estaba y qué ajada la ropa!

Los males de la cabeza no tienen nada de agudos; son dolores sordos, presivos, como de estremecimiento y adormecimiento; la cabeza está atontada, pesada y con sensacion como de vacío; hay vértigos acompañados de distintas circunstancias; se esperimenta dificultad para ver, se vacila; pero un esfuerzo de la inteligencia, un acto de la voluntad, tonifican el cerebro y hacen cesar el vértigo; tambien se le hace cesar girando rápidamente la cabeza, movimiento que acumula mayor cantidad de sangre.

Bueno será decir que nunca, en tiempo alguno, había la Pipaón de la Barca tenido a su esposo por más respetable que aquel día... Le miraba y le oía con cierta veneración y se conceptuaba extraordinariamente inferior a él, pero tan inferior que casi casi no merecía fijar sus ojos en él. Atontada y distraída estuvo en el paseo, y en su casa, por la noche, más aún.

Palabra del Dia

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