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Actualizado: 18 de junio de 2025


El 2 y 3 de Junio los moros atacan los convoyes, trabándose sangrientos combates; el mismo día 3 se sostuvo otro combate en las inmediaciones de Cabasaran.

Las grandes se estremecen de cólera, beben en los raudales que se escapan del pozo, se alejan para dar un paseo inútil por las ramas y regresan, cada vez más inquietas y agresivas. Al fin, atacan á la dueña de la fuente, pretendiendo expulsarla para aprovecharse de su trabajo. Muerden al músico en el extremo de sus patas, le tiran de las alas, montan sobre su dorso para pellizcarle las antenas.

En América atacan los ferrocarriles y las diligencias y hasta los tranvías en las afueras de las poblasiones; yo lo he visto muchas veces en los sinematógrafos.

Se consideraba como deshonrado por no haber hecho nada. ¡Bah! le dijo Hullin , ¡tanto mejor! Además, guardas nuestra derecha. Mira, allá, aquella meseta: si nos atacan por ese lado, puedes marchar.

Hombres y caballos se hunden; pero yo salgo sano y salvo. ENRIQUE. ¿Qué tienes? ELSA. Nada. Me había parecido oír algo. Decías que un río te había atajado el camino... ENRIQUE. Luego, unos hombres nos atacan. Una batalla sangrienta sobreviene; pero logramos abrirnos paso. ELSA. ¿Y después? ENRIQUE. Atravesamos una ciudad ardiendo. Creo que nunca voy a salir de ella.

Cada cuadro de la Ilíada es una escena como ésas. Cuando los reyes miedosos dejan solo a Aquiles en su disputa con Agamenón, Aquiles va a llorar a la orilla del mar, donde están desde hace diez años los barcos de los cien mil griegos que atacan a Troya: y la diosa Tetis sale a oírlo, como una bruma que se va levantando de las olas.

Desconfiando de los recursos de Enrique IV para resistir, y aun de que en Inglaterra dieran á sus enemigos la atención debida, le instigaba á despertar el espíritu público, temeroso de que les ocurriera lo que á las vírgenes de la parábola del Evangelio, que se acordaron tarde del aceite. El que espera siempre es vencido; de los audaces que atacan es el lauro.

Si me atacan y yo no puedo defenderme, sosténgame usted. No permita que digan que soy un viejo imbécil. Repitió con aire extraviado: ¡Adiós! Y cogiendo el brazo de Tragomer, salió como si marchase á la muerte. M. Harvey poseía uno de los más hermosos hoteles de la plaza de los Estados Unidos.

Si el temperamento sano de las dos primeras regiones permite que puedan realizarse en ellas toda clase de mejoras, no se puede esperar otro tanto de la region calurosa, en donde reinan, sobre todo en el fondo de los valles, fiebres intermitentes que atacan con vigoroso encono á todos los que fijan allí su residencia.

Esas cuatro entidades se agitan, se atacan, se estropean y golpean conjuntamente, formando los tres primeros individuos un alboroto infernal, y levantando las ocho ó diez mulas bravías que les están asociadas una nube de coces y de polvo, dentro de la cual se cierne una lluvia de latigazos y garrotazos.

Palabra del Dia

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