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Actualizado: 21 de mayo de 2025
Ahora que me he puesto los aros no me falta nada para asustar a los cuervos.
Al lado de sus enfermos siempre estaba de broma. «¿Con que se nos quiere usted morir, señor Fulano? Pues vive Dios, que lo hemos de ver..., etc.». Esta era una frase sacramental; pero tenía otras muchas. Así se había hecho rico. No usaba muchos términos técnicos, porque, según él, a los profanos no se les ha de asustar con griego y latín.
Lo que hacía Guillermina era para asustar a cualquiera. Fortunata no se creía con valor para tanto. Y sin embargo, al ver a la insigne dama aristocrática humillarse de aquel modo, avergonzose de no tener valor para imitarla, y sacando fuerzas de flaqueza, ofreció su ayuda.
Mac Sangley se había invitado a sí mismo y disfrutaba la agradable diversión de asustar a los alumnos más tímidos con las preguntas más vagas y ambiguas, dirigidas en un tono grave e imponente; Melisa se había remontado a la astronomía, y estaba señalando el curso de nuestra manchada bola al través del espacio y llevaba el compás de la música de las esferas describiendo las órbitas entrelazadas de los planetas, cuando Mac Sangley se levantó y dijo con su voz gutural: ¡Melisa!
La bahía está llena de trépang, y no quiero perder una carga que puede valernos veinte mil duros. En seguida, enderezándose sobre el castillo de proa, gritó: ¡Abajo las anclas y las velas! En aquel momento se oyó salir de entre las escolleras de la playa el mismo grito de antes. ¡Cooo-mooo-eee! ¡Todavía! exclamó el Capitán . ¿Es una amenaza, o estos tunos tratan sólo de asustar a mis hombres?
Ramón, vas a llevarme ahora mismo a Tejada a todo escape. El cochero le miró con sorpresa. ¿Se ha puesto peor la señorita? Me parece que sí respondió metiéndose en el coche. Para antes de llegar... en la revuelta del molino, ¿entiendes? Teme asustar a la señorita, ¿verdad? preguntó el cochero con gran penetración. No contestó.
Venía toda vestida de oscuro, con largo velo a la cabeza, de suerte que, por su traje y catadura, parecía una de aquellas entre brujas y dueñas calderonianas que hace doscientos años servían para arredrar galanes, vigilar mozas y asustar chiquillos.
En su inspiración depravada, sombría y terrible, hay algo de verdad, aunque exagerada por la farsa tenaz que él mismo se impuso para ser más original, para asustar al linaje humano y para contristar y meter en un puño el corazón de cada burgués honrado y sencillote, en cuyas manos cayesen sus Flores del mal.
Marta se fue a llorar a su cuarto para no entristecer a su padre. Este hizo lo mismo para no asustar a sus hijas. María aguardaba a la puerta la señal de haberse terminado el piadoso acto.
Cuando Fuentes mató el primer toro y fue hacia la presidencia saludando a la multitud, Gallardo palideció aún más, como si toda muestra de agrado que no fuese para él equivaliera a un olvido injurioso. Ahora llegaba su turno: iban a verse grandes cosas. No sabía ciertamente qué podrían ser, pero estaba dispuesto a asustar al público.
Palabra del Dia
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