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Actualizado: 4 de julio de 2025


9 Cuando descendieron a tierra, vieron ascuas puestas, y un pez encima de ellas, y pan. 10 Les dice Jesús: Traed de los peces que cogisteis ahora. 11 Subió Simón Pedro, y trajo la red a tierra, llena de grandes peces, ciento cincuenta y tres; y siendo tantos, la red no se rompió. 12 Les dice Jesús: Venid, comed. Y ninguno de los discípulos osaba preguntarle: ¿, quién eres?

Ciertamente; sirviendo á Lerma, me servís, porque el duque es mi más leal vasallo. Lo podéis afirmar, señor... el duque de Lerma... La duquesa se encontraba en ascuas: lo que la sucedía era un verdadero compromiso, porque, al fin, el rey era el rey.

Todo se oscureció, cielo y tierra, y el sol y la luna cayeron, como ascuas de un cigarro... Ella y yo nos separamos: leguas y más leguas, días y días y más días se pusieron entre nosotros; yo alargaba los brazos ansiando tocarla con mis manos; pero mis manos no tocaban sino el vacío. Ella subió y yo me quedé donde estaba.

Lo malo era que desde que ingresara en la botica, seríale preciso ausentarse de su casa días enteros, y esto le ponía en ascuas. Ocurriósele entonces lo que se le ocurre a cualquier celoso, salir un día, diciendo que iba a la farmacia, y volver en seguida. Hízolo una vez, y no sorprendió nada: Fortunata estaba en la cocina. Repitió la treta, y lo mismo: estaba cosiendo.

Pues mire V., yo no puedo hablarle de ; me da mucha vergüenza... Pero, en fin, vamos á ensayar. Del ensayo resultó que para evitar el pronombre daba la pobrecilla infinidad de rodeos y se metía en una serie interminable de perífrasis: si se aventuraba á dirigirme un , lo hacía bajando la voz y pasando como sobre ascuas. Cuando empezó el segundo acto, volvió á escuchar atentamente.

12 Puso tinieblas alrededor de a modo de tabernáculos; aguas negras y espesas nubes. 13 Del resplandor de su presencia se encendieron ascuas ardientes. 14 El SE

El secretario estaba en ascuas, y lo estuvo más cuando notó que los cuellos del solariego y su cara avinatada llamaban la atención de muchas personas. El mayorazgo, afortunadamente, no lo conocía, pues descansaba en la persuasión de que «en Madrid todo pasa». Al retirarse, al anochecer, y bajo una temperatura africana, don Silvestre se achicharraba, y quiso refrescar. Entraron en un café.

Cuando entró en la casa y vio al Pituso, la severidad, lejos de disminuir, parecía más acentuada. Contempló Barbarita sin decir palabra al que le presentaban como nieto, y después miró a su nuera, que estaba en ascuas, con un nudo muy fuerte en la garganta.

Del ensayo resultó que para evitar el pronombre daba la pobrecilla infinidad de rodeos y se metía en una serie interminable de perífrasis: si se aventuraba a dirigirme un , lo hacía bajando la voz y pasando como sobre ascuas. Cuando empezó el segundo acto, volvió a escuchar atentamente.

Mil enhorabuenas respondió la marquesa entre burlona y picada por esa felicidad; pero crea usted que no era la cosa para tanto. Verá usted cómo, aunque pecadora, me atrevo a confesar aquí el motivo de mi visita, y sin escándalo de nadie. Don Santiago estaba en ascuas con las crudezas de su mujer, y no sabía cómo disculparlas sin provocar otras más incisivas.

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