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Actualizado: 4 de julio de 2025


Muy sensible al frío, se acercaba con frecuencia a la lumbre, la observaba con fijeza, arrojando en medio de las ascuas su mirada, como si quisiera encenderla en ellas, y no se movía hasta que, inflamándose su cara con los rojos reflejos, llegaba a un grado de irritación insoportable. Entonces se retiraba, conservando en su pupila la imagen de las brasas deslumbradoras.

La noche había obscurecido, y los ojos de Paulita, que siempre en momentos dados habían tenido brillo extraordinario, resplandecían aquella noche como dos ascuas fosforescentes, cuya luz hacían más penetrante y siniestra la obscuridad de sus párpados, ennegrecidos por el insomnio, la fiebre y la excitación moral de que estaba poseída.

Por no salir se los voy a dar, y yo buscaré lo que necesito. Como, a pesar de esto, no se los ponía en la mano, Rosalía estaba en ascuas. «Y le voy a dar un consejo prosiguió la miserable , un buen consejo, para que vea que me intereso por la familia. Y es que no ande en líos con Doña Milagros, que es capaz de volver del revés a la más sentada.

Desgreñada, lívida, con los ojos chispeando furia, las manos temblorosas, los dedos tiesos y esgrimidos al modo de cuchillos, la boca seca, por ser las voces que de ella salían más bien ascuas que palabras; más parecida a demonio hembra que a mujer, estaba Maricadalso en la puerta de una casa humildísima de la calle del Peñón.

Al fin se hizo la oscuridad, nos dimos las buenas noches, todo quedó en silencio y mientras, con los ojos abiertos como ascuas, mirábamos el techo invisible, el espíritu comenzó a vagar por mundos lejanos, a recordar, a esperar, a echar globos, según la frase característica de los colombianos.

16 He aquí que yo crié al herrero, que sopla las ascuas en el fuego, y que saca la herramienta para su obra; y yo crié al destruidor para destruir. 17 Toda herramienta que fuere fabricada contra ti, no prosperará; y condenarás toda lengua que se levantare contra ti en juicio. Esta [es] la heredad de los siervos del SE

¡Hable usted, pues! exclamó . ¡Me tiene usted en ascuas! Antes de pasar adelante, señor duque, debo recordarle que desde hace tres años soy el mejor amigo de la casa. Puede usted decir el único sin temor a ser desmentido. El honor de su nombre me es tan caro como a usted mismo, y si... ¡Va bien! ¡va bien!

La marquesa se dio por entendida con un movimiento de cabeza dirigido a la mujer, tan lleno de donaire como de mala intención, y dijo, volviéndose hacia don Santiago, que estaba en ascuas con las genialidades de aquélla: ¿Me permite usted que concretemos un poco más el punto de mis pretensiones para que nos entendamos mejor? Repito a la señora marquesa que estoy enteramente a sus órdenes.

Palabra del Dia

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