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Actualizado: 3 de junio de 2025


Arrodillada sobre una piedra ancha y lisa una campesina estaba lavando, inclinada la cabeza y al parecer dándose gran prisa para acabar cuanto antes su faena... Al rumor de los pasos de Delaberge, levantó curiosamente la cabeza y suspendió el trabajo para mirar de hito en hito al paseante.

Arrodillada en medio de aquel solitario templo vimos á una guapísima peregrina, demasiado hermosa, limpia y elegante para penitente, ó, cuando menos, para excitar ideas de penitencia. Y es cuanto recuerdo de la mejor casa que los Jesuítas tuvieron en España. Esta frase no me pertenece: se la al ya difunto Padre Manrique.

El primer objeto que atrajo las miradas de Salomé fué el oro esparcido; su primer movimiento fué lanzarse sobre él y empezar á recoger las monedas, arrodillada en el suelo. Paz miró á Lázaro, se puso lívida de miedo; miró á la devota, se llenó de ira, dió algunos pasos, y recobrando la majestad de su carácter, preguntó: ¿Qué es esto?

Detrás estaba la marquesa de Sabadell, arrodillada a larga distancia, sintiendo por primera vez, después de la muerte de su hijo, el consuelo inefable de las lágrimas.

Generalmente ha sido un poco descuidada en el cumplimiento de ellos; pero a temporadas de dos o tres meses se le enciende de tal modo el corazón en amor de Dios, que no hay nadie en el colegio que la pueda seguir en sus oraciones y penitencias... Apenas come, apenas habla, pasa las horas que tiene libres arrodillada en su celda, y por los pecados más pequeños se humilla de tal modo a nosotras y llora con tantas lágrimas que realmente parece una santa.

Esta mañana se ha puesto algo mejor y hemos vuelto a la esperanza, pero me estremezco todavía al pensar que la muerte ha podido llevarse a mi padre querido en ese obscuro estado de alma que lo tiene tan lejos de Dios. Una noche en que lo estaba velando, me puse a rezar y a llorar arrodillada al lado de la cama, creyéndole dormido.

Ana Ozores, cerca del presbiterio, arrodillada, recogiendo el espíritu para sumirlo en acendrada piedad, oía el rum rum lastimero del púlpito, como el rumor lejano de un aguacero acompañado por ayes del viento cogido entre puertas.

Haz de lo que quieras... no me quejaré. eres el primer hombre que me ha pegado... ¡y no me he defendido! No me defenderé aunque vuelvas á golpearme... De ser otro, habría contestado á la agresión; ¡pero !... ¡te he hecho tanto daño!... Calló unos momentos. Estaba arrodillada ante él en actitud suplicante, con el cuerpo descansando sobre los talones.

Dentro como fuera, reinaba una obscuridad grande, pero los enfermos sentidos del viejo loco creyeron ver a la señora Chermidy arrodillada al pie de su cama, con la cabeza hundida entre las manos y abriendo a la oración sus bellos labios rosados. Para llamarle la atención golpeó dulcemente el cristal, pero nadie le contestó.

Y las tres se abalanzaron a la pobre bestia, soltando sus faldas, cuyos bordes barrieron la suciedad del suelo. Doña Manuela, casi arrodillada en el estiércol, sin acordarse de su elegante traje, cogía la cabeza de Brillante, que se elevaba trabajosamente como para saludar a sus amas por última vez.

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