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Paco Ramírez era un mozo muy guapo, y tan morigerado, económico, activo y fecundo en recursos, que con 50.000 reales que su padre le había dejado en dinero, empleando en cebada y en trigo, comprando mosto barato en tiempo de vendimia, haciéndole vino potable en unas cuantas pipas que tenía, vendiéndole luego por cargas a los arrieros, y, en suma, trapicheando de otras mil maneras, si bien todas lícitas, no sólo mantenía con holgura a su madre, sino que se vestía él hasta con majeza y elegancia, al uso del pueblo, e iba, poco a poco, aumentando el capital.

Con esto cobró, a su parecer, tanto ánimo, que si le acometieran todos los arrieros del mundo, no volviera el pie atrás. Los compañeros de los heridos, que tales los vieron, comenzaron desde lejos a llover piedras sobre don Quijote, el cual, lo mejor que podía, se reparaba con su adarga, y no se osaba apartar de la pila por no desamparar las armas.

No le escaseaba reprimendas; pero la víctima era yo, que tenía las piernas y los brazos dislocados. Las mulas de carga, rendidas por una ascensión penosa, se echan al suelo inmediatamente que los arrieros, que las guían a pie y a gritos, dan la voz de alto.

Zarandilla descolgaba la escopeta del arzón, arma que más de una vez tenía que echarse a la cara el aperador para imponer respeto a los arrieros que bajaban carbón de la sierra y al detenerse al borde del camino, soltaban a pacer sus bestias en los manchones, tierras sin cultivar reservadas para el ganado del cortijo cuando no estaba en la dehesa.

El padre de Rosalindo se había encontrado algunas veces con la Pacha-Mama en tardes de tempestad, describiendo á su hijo cómo eran la diosa y su consorte, así como el lucido y majestuoso aspecto de sus recuas. Pero siempre le ocurría este encuentro después de un largo alto en el camino, en unión de otros arrieros, que había sido celebrado con fraternales libaciones.

Con esto voy seguro de no morir de hambre; porque aunque llegue a un cortijo, hay quien quiera pasar tiempo jugando un rato; y desto hemos de hacer luego la experiencia los dos: armemos la red, y veamos si cae algún pájaro destos arrieros que aquí hay: quiero decir que jugaremos los dos a la veintiuna, como si fuese de veras; que si alguno quisiere ser tercero, él será el primero que deje la pecunia.

Mis kaulíes, asustados, batían las mandíbulas de terror; y los dos cosacos que me acompañaban, impasibles, fumaban sus pipas con los sables desnudos puestos sobre las rodillas. El viejo hostelero de lentes redondos, una vieja andrajosa que yo había visto en el patio echando al aire una cometa de papel, los arrieros mongoles, las criaturas piojosas, todos desaparecieron.

Cuando faltaban estos viajes fuera de las rutas ordinarias, Mare nostrum hacía rumbo á América, resignándose á luchar en baratura con ingleses y escandinavos, que son los arrieros del Océano.