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Actualizado: 28 de julio de 2025


Quisiera yo dar aquí noticia de no pocas novelas que recientemente he recibido y leído; pero las comparaciones son odiosas, el juicio puede ser falible, cegado por la mayor o menor amistad que con los autores nos una, y esto me arredra y casi no consiente que trate yo aquí de las últimas novelas, y que las juzgue y las compare.

Ó ¿por qué no suponerlo? por culpables que fueren, como todavía abrigan verdadero celo por la gloria de Dios y el bienestar de sus semejantes, les arredra acaso la idea de presentarse manchados y culpables ante los ojos de los hombres, pues temen que en lo futuro nada bueno podrá esperarse de ellos, ni podrán redimir por medio de buenas obras el mal que hubieren hecho.

Ya no fueron los estrechos canales guarida para el pirata en caso de peligro, ni el río desconocido refugio seguro como antes ocurriera; á los mayores elementos acompañaron hombres de mayor bravura y heroismo; expediciones de miles de piratas y numerosas embarcaciones de gran porte son destruídas por uno sólo de estos pequeños barcos, cuya dotación no excedía de 40 hombres; pero el desastre no arredra á aquellos fanáticos, y á una escuadrilla reemplaza otra, ganosos de renovar sus pasadas correrías, que tan fructíferas les fueran.

La suerte quiso serle aciaga. No había naipes en la casa. Pero no se arredra por eso. Baja a la cocina, llama aparte a un criado, al que le pareció más ligero y musculoso, y dándole una propina le encarga que a todo correr vaya a la ciudad y traiga un par de barajitas.

Hay muchas razones que expliquen este hecho; pero la principal es que, para ir a Buenos Aires, un gallego no necesita más que veintitantos días; y ¿qué son veintitantos días comparados con la eternidad? Al gallego, hombre de espíritu aventurero, no le arredra la incertidumbre de su porvenir en tierras de América, ni le atemorizan los peligros del inmenso Tártaro.

Y si esto no le arredra, y no desiste de perseguirme y solicitarme, ¿quién es aquí el desleal y engañoso, vuecencia o yo? No hay de mi parte contestó don Andrés ni deslealtad ni engaño. El lazo reciente que a don Paco te une bien puede desatarse con la misma prontitud con que se ha atado. Ni a él ni a ti os conviene. A él y a ti os sirvo y os valgo interviniendo para que el lazo se rompa.

Me arredra el temor de extraviarme, y la conciencia de mi poquísimo saber en Economía Política, ciencia que, al cabo, después de mucho cavilar, han venido todos los autores a coincidir con Aristóteles en que trata del dinero, o, en general, de la riqueza, por donde la llama Crematística el sabio de Estagira. Y es mayor infortunio aún que el de mi propia ignorancia, el de que,

Palabra del Dia

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