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Actualizado: 18 de mayo de 2025
El pensamiento de Dios fue entonces como una brasa metida en el corazón; todo ardió allí dentro en piedad; y Ana, con irresistible ímpetu de fe ostensible, viva, material, fortísima, se puso de rodillas sobre el lecho, toda blanca; y ciega por el llanto, las manos juntas temblando sobre la cabeza, balbuciente, exclamó con voz de niña enferma y amorosa: ¡Padre mío! ¡Padre mío! ¡Señor! ¡Señor! ¡Dios de mi alma!
En aquel momento sonó una detonación, y poco después se oyeron las voces de los criados que gritaban: ¡Fuego! ¡fuego en la cámara de su excelencia la señora condesa! ¡Eso es que Quevedo se me escapa! exclamó doña Catalina. Y corrió desolada al lugar del incendio. Entre tanto el conde sacó del bolsillo una carta, la retorció y la puso á la luz. Aquella carta ardió.
Finalmente, habiendo salido de las chacras todos los moradores, se puso fuego á las casas, y todo el pueblo ardió; y montando á caballo ultimamente los PP., siguieron al pueblo.
Muchas veces, y quizá algunas no en vano, dispararon Antonio y Periandro las escopetas; muchas piedras arrojó Bartolomé, y todas a la parte donde había dejado el bagaje, y muchas flechas el jadraque; pero muchas más lágrimas echaron Auristela y Constanza, pidiendo a Dios, que presente tenían, que de tan manifiesto peligro los librase, y ansimismo que no ofendiese el fuego a su templo, el cual no ardió, no por milagro, sino porque las puertas eran de hierro, y porque fué poco el fuego que se les aplicó.
No me considero capaz de pintar con exactitud aquel breve momento de desinterés total, que bien puede servir de excusa a muchos accesos de egoísmo, en que luego caí, y durante el cual mi existencia purísima, saturada de buenas intenciones, ardió por entero a modo de ofrenda y llameó a los pies de Magdalena como fuego sagrado ante un altar. Recobramos las antiguas costumbres.
Pedro Carvallo ardió, pues, en cólera al oír y ver a Morsamor, y le replicó de esta suerte: Mi encuentro contigo, no será ni quiero que sea suave, pero me será grato. Tiempo ha, que me tienta el demonio con el prurito de matarte, y ahora me ofrece la ocasión más propicia. ¡Defiéndete, miserable! Y Pedro Carvallo desenvainó la espada y se puso en guardia adelantándose hacia Morsamor.
Pero tía y sobrino siguieron hablando muy bajito, y nada pudo percibir. Después el clérigo, a instancias de su tía, salió al pasillo, y Fortunata metiose rápidamente en su escondite para esperarle allí. El cuarto aquel estaba casi completamente a oscuras en las primeras horas del día. Los que entraban no veían a quien dentro estuviera. La vela, que ardió gran parte de la noche, se había consumido.
Ambas mujeres fueron a plantificarse en un pequeño claro, inmediato a los escaños en que estaba el Ayuntamiento y don Paco y don Andrés; claro que el respeto y la humildad de otras mujeres habían contribuido a formar, y en cuyo límite, no distante, se hallaba doña Inés López de Roldan, la cual tomó aquella intrusión por desaforado atrevimiento, y ardió en sed de imponerle pronto y severo castigo.
Aixa no se movía. Sus largos cabellos flamearon. El refajo que habían dejado sobre sus piernas ardió bruscamente. Una horrible convulsión corrió por todo su cuerpo. Entonces, imponente columna de humo y de pavesas la envolvió de súbito, ascendiendo acelerada y terrible en la penumbra de la tarde. El fuego rugía.
La sangre de doña Ana circuló con fuerza, ardió, la dieron fuertes latidos las sienes y el corazón; se nublaron sus ojos... Era la hora de la cita; resonaron inmediatamente pasos en la calleja; doña Ana escuchó con toda su vida apoyada en el alféizar de la ventana que daba sobre el postigo; luego resonó una llave en aquel postigo; la alegría dió fuerzas á doña Ana; la esperanza valor; se retiró precipitadamente de la ventana; tomó la luz que había en la habitación, y entró en otra que era su dormitorio; de allí pasó á otra que era su cámara; allí encendió una linterna de resorte que tenía preparada, la cerró, la puso sobre una mesa, apagó la bujía y se quedó á obscuras esperando impaciente en medio de la cámara.
Palabra del Dia
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