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Actualizado: 3 de mayo de 2025
Pero aunque hombre prudente y experto en los negocios, la viuda no se los apreciaba ni aun quería oirlos. Al fin y al cabo, entre él y Salabert existía enorme distancia: el uno era un negociante vulgar, el otro un genio de la banca. Sin embargo, éste asentía con sonidos inarticulados a las indicaciones bursátiles del dueño de la casa. Pepa no se fiaba.
Le acongojaban estos pensamientos al cruzar un maizal, en cuyo lindero manzanilla y cabrifollos despedían grato aroma. Era la noche templada y benigna, y Julián apreciaba por primera vez la dulce paz del campo, aquel sosiego que derrama en nuestro combatido espíritu la madre naturaleza. Miró al cielo, oscuro y alto.
Jamás vi precocidad semejante ni un apuntar de inteligencia tan maravilloso. Porque si algunas respuestas las endilgó de taravilla, demostrando el vigor y riqueza de su memoria, en el tono con que decía otras se echaba de ver cómo comprendía y apreciaba el sentido. La Gramática la sabía de carretilla; pero la Geografía la dominaba como un hombre.
Pero había que aceptar ese riesgo, con todo lo que para nosotros significaba, porque tanto Sarto como yo reconocíamos que la situación era ya insostenible. Una ventaja militaba a mi favor; la de que Miguel el Negro no podía creer que yo abrigase favorables designios respecto del Rey. El veía y apreciaba la oportunidad que se me ofrecía, como la veía yo, como la había visto Sarto.
Dios se había ido con los ricos; apreciaba como una virtud digna de la gloria eterna, el que de tarde en tarde repartiesen éstos un fragmento de su fortuna, conservándola íntegra y reputando como un crimen las reclamaciones de bienestar de los de abajo.
Para no perjudicar tus estudios, partiríamos en seguida, a fin de aprovechar el resto de las vacaciones. ¡Pues sí, es una magnífica idea la tuya! Esta misma noche le escribiré a mi padre, rogándole que me deje ir contigo. El señor Gardanne, que apreciaba mucho a Juan, consintió de buena gana en dar la licencia pedida, y el viaje de los dos jóvenes fue decidido.
Nunca mostró desconocer ni olvidarse del decoro debido a la mujer amada. Otros procuraron seducirla fingiéndose enloquecidos por su belleza, no elogiando más que sus encantos materiales: Juan le había dado a entender muchas veces que también apreciaba en ella el ingenio y la bondad: además, había hecho lo posible por despertar en su ánimo aversión a la vida teatral, en lo que tenía de peligrosa.
Para tener el derecho de examinarlo desde más cerca y más largo tiempo imité el gesto, las actitudes, la manera de mirar y hasta las pequeñas exclamaciones de aprobación de los aficionados prácticos en la materia de arte pictórico. Fingí apasionarme por la obra del pintor cuando en realidad no apreciaba ni adoraba otra cosa que el modelo.
Abaris, que tuvo noticia de todo esto, y que aun estaba enojado contra Abisag, tardó en volver a Jerusalén; pero volvió al cabo y precisamente en los días en que Salomón y la reina de Sabá andaban más afligidos con la dolencia de Echeloría y de Mutileder. Ignorábase qué proyectos traía Abaris, pero Salomón le recibió bien, porque Salomón apreciaba mucho la ciencia.
Jáuregui le apreciaba mucho, y me decía que no tenía más contra que ser muy mujeriego... Fuera de esto, hombre de veracidad, con una palabra como los Evangelios, y cosa que él decía poniéndose formal era como si la escribieran notarios... Con todo, ¡lo que me ha venido contando estos días me parece tan extraño...! Que está arrepentida, que él la ha tomado bajo su protección... Se la encontró en casa de unos vecinos, y le dio lástima, y qué sé yo qué... Por más que diga ese santo varón, tales arrepentimientos me parecen a mí las coplas de Calainos... Y si por acaso... Quita, quita, pensamiento y no me tientes con una sospecha, que parece tan verosímil... El mismo Feijoo quizás... puede... habrá tenido... y ahora... Sobre esto quiero echar tierra, porque me volvería loca.
Palabra del Dia
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