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Actualizado: 5 de junio de 2025


Para remediar esta falta, usaba antiparras, que en el Brasil y en Portugal llaman cangalhas. Siempre las tenía prendidas en las orejas, y cuando no necesitaba de ellas para ver, se las apartaba de los ojos y se las levantaba apoyadas sobre la frente, lo cual no era nada bonito. Así es que Rafaela hizo que suprimiese las cangalhas y que, en lugar de ellas, gastase monóculo.

Las vacas de leche, de monótono cencerro, husmeaban sus ruedas; las cabras, asustadas por el rocín, apartábanse sonando sus campanillas y balanceando sus pesadas ubres; las comadres, apoyadas en sus escobas, miraban con curiosidad aquellas ventanillas cerradas, y hasta un municipal sonrió maliciosamente, señalándola a unos vecinos. ¡Tan temprano y ya andaban por el mundo amores de contrabando!

La letra del romance trata generalmente de asuntos moriscos, o refiere piadosas leyendas o tristes historias de reos. Este famoso y antiguo romance que ha llegado hasta nosotros, de padres a hijos, como una tradición de melodía, ha sido más estable sobre sus pocas notas confiadas al oído, que las grandezas de España, apoyadas con cañones y sostenidas por las minas del Perú.

Reíamos y llorábamos, con las mejillas apoyadas una contra otra, y nos estrechábamos con fuerza las manos, como para procurarnos recíprocamente la sensación de esas vivas y vigorosas presiones, que prodigaba su tosca mano roja.

La falúa se inclinó blandamente sobre un costado al recibir el peso de su amo, como si le hiciese una reverencia cariñosa. Las niñas todas, incluyendo por supuesto a las señoritas de Delgado, fueron saltando después, apoyadas en la atlética mano de don Mariano; los caballeros las siguieron. Una vez llena la primera falúa, pasose a cargar la segunda, que a su vez no tardó también en llenarse.

El ingeniero se fué levantando sobre un codo, y este pequeño movimiento derribó varias escalas portátiles que aún estaban apoyadas en su cuerpo y habían servido para el registro efectuado horas antes.

Quitó la almohada, quedándose con las rótulas apoyadas en el santo suelo; alzó los ojos, buscando a Dios más allá de las estampas y de las vigas del techo; y abriendo los brazos en cruz, comenzó a orar fervorosamente en tal postura. El ambiente se volvió glacial; una tenue claridad, más lívida y opaca que la de la luna, asomó por detrás de la montaña.

Así es que arrancada ya, casi con las uñas, la primer baldosa, se procedió a desencajar la segunda. Apoyadas en el muro de una casita de pescadores, donde había redes colgadas a secar, Guardiana y la Comadreja miraban el motín sin tomar parte en él.

Lo que le hacía perder la calma era la insolencia con que la suegra y la cuñada le increpaban apenas osaba resistirse, apoyadas por el silencio hostil de su mujer. ¿Pero quién eres ? le dijeron un día. Un pobretón que, aunque ganas algo, casi estás mantenido por nosotras. Cuando matabas el hambre en casa del gabarrero nosotras éramos más ricas que hoy.

Ladeaban la cabeza para que el cuello en tensión ofreciese la arteria rígida y visible á la picadura mortal. «¡Hermano, á !» Y expeliendo un caño de sangre se recostaban sobre los otros cuerpos, que iban vaciándose lo mismo que odres rojos. El bar empieza á despoblarse. Salen mujeres apoyadas en brazos con galones, dejando detrás de ellas una estela de perfumes y polvos de arroz.

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