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Actualizado: 19 de junio de 2025
Esta apología dice así: «Se ha suscitado la cuestión de si escandalizan los frailes que asisten á la representación de las comedias. Parécemelo, sin duda, siempre que veo hábitos de religiosos en los teatros, confundidos con el público.
Sánchez Morueta contemplaba con admiración á su primo. ¡Ah; su Luis! ¡Que hombre!... Su pensamiento tímido y fluctuante sentíase arrastrado por las palabras del médico. Le entusiasmaba aquella apología de la actividad universal.
Yo soy así decía Gallardo a sus entusiastas, adoptando un aire de buen príncipe . No quiero imitar a otros toreros que se casan con señoritas, y too son gorros y plumas y faralaes. Yo con las de mi clase: rico pañolón, buenos andares, grasia... ¡Olé ya! Los amigos, entusiasmados, hacían la apología de la muchacha.
Creemos que no, y para concluir de robustecer esta idea, y como prueba evidente de que el indio no es refractario al servicio de las armas, diremos, que conocemos sustitutos que se han comprado por cuarenta pesos. Esta es la mejor apología que puede hacerse del trato verdaderamente paternal que se da en estas colonias al soldado.
Yo entiendo que la cándida y sencilla apología que acabo de citar, basta para prueba de cuán benéfico fué para los indios el triunfo de España sobre ellos. Dicha sencilla y cándida apología vale más que las declamaciones pomposas. Los hechos posteriores la confirman plenamente.
Cecilia le escuchaba en silencio, el semblante severo, la mirada fija en el vacío. Las palabras de su cuñado sonaban en su alma como un acento de desolación. Sí; aquello era verdad, ¡por desgracia era todo verdad! Cuando terminó de hacer la apología del amor, hizo la de su amigo Paco Flores, un joven tan despejado, tan formal, hijo de una buena familia, con brillante carrera, etc., etc.
Dieze, en sus notas á Velázquez y Navarrete, en la Vida de Cervantes, dice que el Arte nuevo de hacer comedias es del año 1602; Moratín le atribuye la fecha de 1609, y este dato parece el verdadero, porque el número de comedias, compuestas por Lope, que indica aquí, concuerda con el señalado por Pacheco en su apología del poeta, que precede á La Jerusalén conquistada, y excede considerablemente al expresado en el preámbulo al Peregrino en 1603.
Como era modestísimo, no esperaba hacer algo que, dado al público, fuese de gran utilidad, y sin embargo escribía una obra extensa de la que no levantaba mano. Era una apología o nueva defensa del Cristianismo contra los ataques de los más flamantes filosóficos panteístas, positivistas y materialistas. El singular y simpático candor del Padre se revelaba en cada frase de este notable escrito.
Pero el ilustre licenciado tiene un precursor eminentísimo en esta apología de las castañuelas. Nada menos que Plinio, el gran Plinio, el Joven, se le anticipó en muchos siglos en el elogio. Porque es de advertir que en la Roma de los tiempos del emperador Trajano, las castañuelas se formaban con perlas.
Palabra del Dia
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