Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !
Actualizado: 2 de mayo de 2025
Por si a Nieves le había pasado lo propio, se acercó a la puerta de su gabinete, aplicó el oído a la cerradura, y, en efecto, Nieves se revolvía allá dentro. ¡Nieves! llamó trémulo de gusto. ¡Papá! respondió la voz argentina de Nieves . Estoy concluyendo de arreglarme... Allá voy enseguida. ¡Ajá! Pero dime: ¿has cumplido tu palabra? Como que me estoy vistiendo casi a obscuras.
Y clavé mi aguja con tanta rabia, que la quebré. En ese momento, oímos el ruido de un carruaje que llegaba al castillo. Mi tío dobló su diario, Juno aplicó el oído diciendo: ¡Tenemos visitas! Y algunos segundos después eran introducidos en la sala, el amigo de mi tío y su agregado de embajada. No sé porqué tal título estaba unido en mi mente a la vejez y a la calvicie.
Pertenecía a una raza inteligente, apta para todo, hábil en todos los oficios y en todas las artes. Se aplicó tan bien, hizo tales progresos y aprendió tan pronto su obligación, que sus amos estaban muy contentos de él. La señora Chermidy le había recomendado que ocultase su religión y aun que renegase de ella si le interrogaban.
Untó en albayalde un pedazo de tul, le aplicó al sitio del cuadro, ya seco, donde la blonda estaba representada, y resultó un efecto maravilloso, porque hasta los agujeritos de la blonda se veían y aun podían contarse.
Aplicó después su nariz chafada a la boca de la botella, diciendo con lastimera entonación: «No ha dejado más que el olor... ¡Bribonaza!, ya te daría yo bebida...». De la nariz de la coja pasó el cuerpo del delito a la de Sor Natividad y de esta a otras narices próximas, resultando, de la apreciación del tufo, mayor severidad en el comentario del crimen. «¡Qué asco!
Después de haber charlado mucho, entraron con Doña Flora en la iglesia del Carmen, y allí, sacando cada cual su rosario, rezaron que se las pelaban un buen espacio de tiempo, y alguno de ellos me aplicó lindamente un coscorrón en la coronilla, porque en vez de orar tan devotamente como ellos, prestaba demasiada atención a dos moscas que revoloteaban alrededor del rizo culminante del peinado de Doña Flora.
El doctor hizo coro con ella y la anciana condesa lamentó altamente no haber estado allí para arrojar a aquella desvergonzada a la puerta o al mar; el mar era una de las puertas del jardín. Pero don Diego, en lugar de unirse a las protestas de toda la familia, se aplicó a calmar ánimos y a vendar heridas.
Palabra del Dia
Otros Mirando